Es un momento crucial para el futuro del país y de los 18 millones de habitantes, y aunque parezca trillado el mensaje, poco hacemos por entender la real magnitud de lo que se presenta para el futuro inmediato del país.
Hemos llegado al límite de hacernos ciegos por fanatismo, dividiendo al país en sectores conocidos y que nos han orillado a elegir de la peor manera posible. Para ello y haciendo un recuento de lo que ha pasado en los últimos 8 años de vida republicana, es digno de un estudio exhaustivo.
Partamos de que, para un sector, la vida republicana se da durante y después del presidente Correa, y por algunas situaciones ajenas al entendimiento, podrán pasar mil años, y muchos mandatarios, sin que la situación sea ajena a lo que ahora estamos viviendo. Pero lo lamentable es que nos dejamos convertir en caldo de cultivo, asegurando que el resultado final sea el que está hasta ahora, el mismo que nos está sumiendo en la miseria, con altos índices de migración, muchas veces con finales trágicos y aquello nos obliga a replantearnos, en lo que nos han convertido, trayendo consecuencias nefastas a la economía y al desarrollo, como país en cuanto a obras.
Para los correístas era menester continuar con el proyecto político, pero aquel llamado a continuar con el legado de obras simplemente cambió al punto de empezar con la destrucción sistemática de los trabajos; no generando otras, endeudando al país y no realizar ninguna obra significativa, dedicándose a culpar a su antecesor y al gobierno del que fue parte, lavándose las manos, haciendo lo más fácil, repartiendo hospitales, puertos y aeropuertos; como prebendas para continuar con su tarea de destrucción que con acertado criterio le dejó a su predecesor; por lo que no hace falta nombrarlo, ya que continuó con la labor de echar a perder todo, hasta que el actual mandatario se hizo eco y terminó el encargo, sin detenerse a pensar que para hacer olvidar a alguien simplemente se tiene que ser mejor.
Un denominador común rigió en estos años, estados de excepción, consultas populares infructuosas, alza de combustibles, aplicación de impuestos, evasión, no cobro de deuda al SRI. Y todo aquello bajo la asombrosa venia del sector que no le interesa que no haya obras, pero que sí se castigue una supuesta corrupción, en un período interminable de conjeturas. Hoy tenemos la sartén por el mango y solo dos caminos: el continuismo y la esperanza de mejores días.