“En la guerra es esencial el engaño”, comentan los expertos. “Al enemigo hay que sorprenderlo, no debe imaginar nuestros movimientos”.
La sorpresa es, en realidad, factor gravitante en la victoria o derrota de los ejércitos en cualquier lugar —no importa la época ni el tiempo— y en cualquier guerra. En el bombardeo reciente a las instalaciones nucleares de Irán, operación militar que sorprendió al mundo, además de ser planeada con mucha anticipación y mucho detalle, según se concluye por lo que se ha hecho conocer hasta ahora, utilizó el engaño para desorientar al enemigo.
En rueda de prensa, el jefe del Pentágono explicó que la decisión de trasladar varios B-2 (aviones bombarderos) era parte del plan para mantener la sorpresa táctica… parte del paquete se dirigió hacia el oeste y hacia el Pacífico como señuelo. Un esfuerzo de engaño, conocido solo por un número extremadamente reducido de planificadores y dirigentes clave aquí en Washington y en Tampa. En la Primera Guerra del Golfo, en 1990, en la época de George Bush padre, cuando Irak había ocupado Kuwait y una coalición de países decidieron desalojarlo, “Estados Unidos y sus aliados emplearon una sofisticada estrategia de engaño para confundir a las fuerzas iraquíes y asegurar el éxito de la operación ‘Tormenta del Desierto’…”. Y se podrían mencionar muchas, porque en todas las grandes batallas la sorpresa y el engaño han sido pilares de cualquier estrategia.
Pero así hay que proceder en las guerras, no en la política. Los gobernantes deben hablar con la verdad, cueste lo que cueste. Son famosas las palabras de Winston Churchill, ex primer ministro de Inglaterra, que en campaña electoral en una época turbulenta de la historia inglesa ofreció “sangre, sudor y lágrimas”.
En estos tiempos, Javier Milei, el presidente argentino que, si le funciona lo que tiene planificado, pasará a la historia, ganó las elecciones ofreciendo realizar ajustes para enderezar la economía argentina. No tuvo temor alguno en decir que recortaría la burocracia estatal, que eliminaría gastos, subsidios y programas sociales que no estén estrictamente financiados y que no ayuden a la recuperación. Resultado hasta hoy: su aceptación popular supera el 54 %. De esto es lo que se trata: de hablar y actuar con franqueza. El engaño dejarlo solo para las guerras.