En la película “El discurso del Rey” encontramos una de las más notables excepciones a la regla de que todo líder político debe ser un disertador nato, con habilidades lingüísticas superiores y voz potente.
Jorge VI fue rey del Reino Unido, entre 1936 y 1952. Recibió la corona de forma inesperada, debido a la abdicación de su hermano Eduardo VIII, y supo liderar a su nación durante la Segunda Guerra Mundial.
En este reconocido filme, observamos la lucha del monarca con su severa tartamudez, y cómo la supera con la ayuda de su esposa Isabel y de su terapista Lionel Logue, hasta ser capaz de pronunciar uno de los discursos más memorables recordados en el imperio británico, pronunciado el 3 de septiembre de 1939, justo después de declararle la guerra a la Alemania nazi.
Mucho se ha discutido sobre la capacidad discursiva del presidente Noboa. Sus detractores lo califican como corto de palabra y carente de habilidad; mientras sus seguidores reconocen su estilo innovador y fresco. Nosotros, alejados de dichas posturas, mas no ajenos a la cuestión, nos sentamos a escuchar con atención y sin prejuicios el esperado discurso de Noboa en su investidura presidencial.
Nos encontramos con una pieza de oratoria moderna, llena de frases cortas y efectivas, más arenga que discurso tradicional. La falta de las precisiones típicas, como lo que hizo y lo que hará, llamó la atención; mas, sin embargo, no hicieron falta, ya que por ahora, el país, más que recibir un balance de cuentas, lo que demanda es ser inspirado, conmovido y movilizado. El presidente se lo propuso, y su discurso lo consiguió.
Sentimos la urgencia y el peligro, con aseveraciones como: “esta patria fue saqueada, corrompida y secuestrada, e incluso en varios momentos hemos estado a punto de perderla”. En su tono, encontramos convicción, como cuando proclamó: “Hoy Ecuador es un pueblo libre, sobre un suelo libre”. También señaló con claridad a los enemigos (la mafia criminal y política) y la imperiosa necesidad de enfrentarlos.
El discurso fue conceptual y proyectó liderazgo. Por supuesto, cabe no olvidar que el discurso es la estrategia y da dirección; ahora deben venir las acciones que dan contenido y legitimidad a las palabras.
Al igual que el rey Jorge VI, Daniel Noboa encontró la fuerza suficiente para empoderarse del cargo y pronunciar un discurso que inspiró a una nación temerosa que se apresta a enfrentar a un temible enemigo. Ahora debe trascender de las palabras a la acción. Aguas traicioneras donde tantos otros líderes naufragaron. Buen viento y buena mar, señor presidente.