En Manta, y en buena parte de Manabí, hay una nueva tendencia tributaria: los impuestos ya no llegan con un papel timbrado o en la voz del recaudador municipal, sino disfrazados de servicios básicos.
Basta abrir el grifo o encender la luz para sentir que, además del agua o la energía, fluye un poco del presupuesto familiar hacia destinos insospechados.
Veamos el caso más reciente: el impuesto para el mantenimiento de parques y áreas verdes, que ahora llega camuflado en la planilla del agua potable. Uno pensaría que este noble fin merecería un tratamiento más transparente, pero no. Se lo cuelga al agua como si regar una planta fuera lo mismo que ducharse o lavar los platos. Y no es el único ejemplo: también nos cobran la recolección de basura y el impuesto bomberil a través de la factura eléctrica, como si el consumo de energía tuviera algo que ver con cuánta basura produce una casa o cuántas veces se llama al ECU-911.
¿Son legales estas prácticas? Sí. ¿Son razonables? Ahí es donde entra el debate. Porque más allá de su legalidad, lo que preocupa es la falta de lógica y de equidad. No hay relación directa entre el consumo de agua y el mantenimiento de un parque, ni entre la electricidad usada y el volumen de residuos generados. La fórmula parece pensada más para garantizar recaudación que para distribuir con justicia las cargas.
Mientras tanto, la realidad en Manabí es paradójica. Más del 25 % de la energía se pierde por fallas técnicas y conexiones clandestinas. Y solo el 29,7 % del agua que se distribuye llega a facturarse. Es decir, la mayoría del recurso se pierde o se escapa sin dejar un centavo. Como resultado, quienes sí pagan se convierten, sin querer, en los financiadores de los que no lo hacen. Y para rematar, en algunas zonas más de una quinta parte de las viviendas no recibe el servicio de recolección de basura… pero igual pagan el impuesto. Eso, en buen romance, es pagar por un servicio fantasma.
Es comprensible que los municipios necesiten ingresos para sostener sus servicios. Nadie espera que los parques se mantengan con aplausos ni que los bomberos vivan del aire. Pero hay formas y formas. Y atar los impuestos a servicios esenciales puede convertirse en un castigo para quienes son cumplidos. Además, distorsiona la verdadera función de estas planillas que es la degarantizar el acceso justo, medido y transparente a recursos básicos.