El gobierno chino, sin previo aviso, canceló todas las importaciones de soya desde los Estados Unidos, y con ello asesta un duro golpe a los productores y comercializadores agrícolas.
Esta acción, considerada estratégica, ha sido interpretada como una maniobra de presión que va más allá de lo agrícola; está afectando de manera significativa la seguridad alimentaria planetaria, los precios globales de commodities y el equilibrio financiero mundial.
Se podría sostener que esta acción drástica es en respuesta a las políticas arancelarias de EE. UU., que golpean a la industria agrícola, en particular a tres productos como el maíz, el trigo y la soya, y que podría conducir a millones de granjas agrícolas a la quiebra. Se entiende que podría ser consecuencia del elevado nivel de tensiones entre China y Estados Unidos, tras nuevas sanciones tecnológicas.
Históricamente, la soya es el producto más sensible en la balanza comercial estadounidense. Además, China ha intensificado su política de “autosuficiencia dual”, buscando reducir la dependencia de importaciones de materias primas clave; por tanto, el tema de la soya podría parecer una acción irracional, pero también es una señal potente para fomentar una transición forzosa hacia el cultivo de productos autóctonos.
Aunque se podría pensar que es un conflicto entre dos grandes naciones, EE. UU. y China, a decir verdad, el problema va más allá y podría ubicarse como un giro estratégico de China que tendría ribetes globales. Desde una visión objetiva, la afectación económica es de grandes dimensiones planetarias, fundamentalmente en los mercados de materias primas y de sus elaborados.
La soya, el maíz y el trigo, que se ubican en la cadena de valor como insumos para la industria alimentaria y ganadera, ya experimentaron un alza inmediata en sus precios. Los futuros de commodities agrícolas muestran una fuerte presión hacia el alza, lo que podría repercutir en un incremento en la inflación global. Las transnacionales que lideran las industrias agrícolas, de los aceites, biocombustibles y balanceados, están diseñando políticas que les permitan reducir costos y trasladárselos a los consumidores y, con ello, defender sus cuotas de ganancias.
La crisis de la industria agrícola, en medio de la guerra comercial, representa un acto disruptivo que tiene eco en los campos de cultivo globales hasta las bolsas de valores mundiales, que experimentarán en el futuro inmediato abruptas caídas en el universo de las acciones. Si los líderes mundiales no responden con estrategias coordinadas y políticas resilientes, podríamos estar asistiendo a un nuevo reordenamiento geoeconómico profundo.