Inicié un repaso, segunda lectura, de El libro de la sabiduría, de Bhagwan Shree Rajneesh, Osho, mi autor favorito, a quien conocí en 2008 a través de sus escritos y que ha dejado una profunda huella en mi mente y corazón. Quiero, en esta ocasión, hablar de Atisha (siglo XI), protagonista del escrito, quien fue un maestro iluminado del Tíbet, la región más espiritual y religiosa del mundo, y quien recibió educación de tres maestros. ¡Sí, tres maestros! ¡Una suerte enorme!: Dharmakirti, quien le enseñó a vivir sin mente, sin pensamientos; Dharmarakshita, quien le instruyó sobre el amor compasivo, y Yogin Maitreya, quien le mostró cómo absorber el sufrimiento ajeno para sanar al prójimo.
Estas enseñanzas convertirían a Atisha en el sabio tres veces grande, por su enorme capacidad de compasión, pureza y paciencia; una sabiduría exquisita para compartir los sutras con sencillez y claridad, y un poder espiritual que transformó comunidades enteras con meditación, empatía y ética. Sin duda esto es cierto porque, como dice Osho, no existe región más contemplativa, espiritual y religiosa que el Tíbet, el único territorio que ha dedicado casi dos mil años a profundizar en la meditación.
Dharmakirti, originario de la India, uno de los filósofos más importantes del budismo indio, estuvo en contra de la mente conceptual que crea etiquetas de las experiencias o percepciones; de allí su influencia en el conocimiento liberador, refiriéndose a la práctica de percepción directa, acompañada de meditación, para una conciencia pura. Osho, en otro libro, diría que la mente debe ser como un cielo sin nubes (sin conceptos) para aquietar el ser.
Dharmarakshita, el principal maestro de Atisha, fue un monje mahayana, maestro del “bodhicitta”, esto es, alcanzar la iluminación para beneficio del prójimo o, como dice el gurú, alcanzar la cima del Everest no por la ruta común, antes bien por la ruta del amor compasivo. Bodhicitta: “bodhi” significa despertar y “citta” es mente, corazón; impulsa el trabajo en favor de otros. La liberación o iluminación no puede ser individual; el camino espiritual lleva implícito un servicio compasivo para el prójimo. Para llegar a este nivel de experiencia del amor compasivo, Atisha tuvo que llegar vacío, absolutamente, de mente y, como dice el gurú, la libertad está incompleta porque es libertad de, mas no libertad para…
Finalmente, el maestro Yogin Maitreya, “el amoroso”, enseñó a inhalar el sufrimiento ajeno y exhalar paz, salud y luz; entrenar la compasión ilimitada. Seguiré repasando a Atisha y sus siete puntos del entrenamiento mental, desde el corazón de Osho, para continuar con mi crecimiento personal y encontrar mayor libertad.