Rosaria Sica nació en Venezuela. Vive en Ecuador desde hace algunos años. En agosto de 2024, comenzó su tratamiento contra el cáncer de mama en Solca. Su vida cambió. La quimioterapia modificó su rutina. Aun así, aceptó una invitación especial. Asistió al taller “Luzca Bien, Siéntase Mejor” de la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer (Solca). No lo dudó. Quería hacer algo distinto, compartir con otras mujeres y sentirse acompañada.
El programa de Solca ofrece un espacio de encuentro. Allí, las pacientes oncológicas aprenden sobre el cuidado de la piel. Reciben orientación sobre higiene facial. Practican técnicas básicas de maquillaje. Usan productos que muchas no habían probado antes. Algunas escucharon sobre ellos, pero nunca los aplicaron. Eso le pasó a Rosaria con el ácido hialurónico. En el taller lo usó por primera vez.
Las sesiones duran una hora y media. Un maquillador profesional guía la actividad. Explica cada paso. Muestra cómo cubrir manchas. Enseña a dibujar cejas. También coloca pestañas postizas. Las participantes repiten los movimientos. Usan los productos entregados por el programa. Se miran al espejo. Comparan resultados. Conversan. Comparten historias.
Programa crea vínculos y da esperanza
Rosaria no fue para verse diferente. Quiso hablar. Escuchó otras vivencias. Contó la suya. Recordó que no está sola. El cáncer transforma el cuerpo y la rutina. El taller de Solca ofrece un respiro. Interrumpe el tratamiento con algo nuevo. Promueve el diálogo. Crea vínculos. Da esperanza.
Andrea Mora coordina el programa de Solca en Ecuador. Contó que funciona desde hace catorce años. En ese tiempo, ayudaron a más de 10.000 personas. Mujeres y hombres en tratamiento reciben atención. Aprenden a cuidar su piel. Protegen zonas sensibles. Evitan lesiones. Se sienten mejor física y emocionalmente.
El equipo recorre varias provincias. Trabajan en Guayas, Imbabura, Azuay, Pichincha, Manabí y Santo Domingo. En cada lugar organizan sesiones grupales. Contactan pacientes mediante hospitales y fundaciones. Llevan todos los materiales. Adaptan el contenido. Consideran la edad y las necesidades de los asistentes.
Durante el taller en Solca aprenden practicando
Durante el taller, nadie impone reglas. El maquillador guía, sugiere, escucha. Responde preguntas. Nombra cada producto. Explica su uso. Da consejos sencillos. Las participantes practican en el momento. Aprenden una rutina fácil. Terminan la jornada con materiales en mano y una sonrisa en el rostro.
Solca busca mantener este espacio. Vuelve a las provincias. Evalúa el impacto. Recoge testimonios. Ajusta los contenidos. Suma voluntarios. Mantiene contacto con los centros médicos. Invita a más pacientes.
Rosaria salió del taller con otra energía. No porque su rostro se viera diferente. Sino porque habló, rió y escuchó. Porque se sintió parte de un grupo. Porque vivió un día distinto. El cáncer sigue. El tratamiento no se detiene. Pero por un momento, todo cambió. Y ese momento, para ella, valió la pena.