La mañana del sábado 3 de mayo se convirtió en una pesadilla en el barrio 2 de Agosto, en la parroquia Eloy Alfaro de Manta. A las 9H00, el estruendo de los disparos rompió la tranquilidad. No fue una pelea. Fue un ataque directo. Certero. Mortal. Las balas no dieron tregua.
Ken Cruz, un joven trabajador que vendía arroz en el sector, conducía una camioneta junto a su padre, Jorge Cruz. Ambos recorrían una ruta conocida. Transitaban por la calle 316 y la avenida 218. Un vehículo los siguió sin levantar sospechas. Dentro iban hombres armados, decididos a matar.
El cruce fue repentino. El auto de los sicarios se puso a la par de la camioneta. Desde las ventanas comenzaron a disparar. No se detuvieron. No dudaron. Soltaron una lluvia de balas. Los testigos contaron al menos 28 detonaciones. El sonido fue ensordecedor. El pánico se apoderó de la calle. La escena quedó manchada de sangre.
Ken murió en el lugar del ataque
Ken no alcanzó a defenderse. Su cuerpo cayó sobre el volante. Murió de inmediato. Los vecinos corrieron a ayudarlo. Intentaron sacarlo de la camioneta. Gritaron su nombre. Pero ya era tarde. Su cuerpo quedó inerte, tirado en la calzada. Lo rodeaban decenas de casquillos. Su padre, Jorge, seguía con vida. Malherido. Con varios impactos en el abdomen y el pecho.
Un familiar lo subió a otro vehículo y lo llevó al centro de salud Cuba Libre. Los médicos lo atendieron de urgencia, pero minutos después, sólo comprobaron su deceso. La Policía llegó minutos después al lugar del atentado. Acordonó el área. Recogió evidencias. Levantó el cuerpo de Ken. Documentó la escena. Pero los sicarios ya habían huido. Nadie logró detenerlos. Se perdieron entre las calles de una ciudad que sangra a diario. El silencio de los vecinos es comprensible. El miedo se ha instalado en cada esquina.
Ken era un joven alegre. Siempre sonreía. Saludaba a todos. Vendía arroz con honestidad. Su padre, Jorge, amaba el fútbol. Era respetado. Quería vivir tranquilo. Ambos murieron en manos de criminales que no perdonan ni a los inocentes. La comunidad los llora.
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Eloy Alfaro de Manta la más peligrosa
Eloy Alfaro se ha convertido en la zona más violenta de Manta. En lo que va del año, ya suman 45 asesinatos solo en esa parroquia. El total en el distrito que abarca Manta, Montecristi y Jaramijó asciende a 162 muertes violentas. Enero cerró con 54 casos. Febrero tuvo 35. Marzo, 34. Abril, otros 35, mientras que mayo, que apenas comienza, ya reporta cuatro.
La sangre corre sin descanso. Las cifras suben. Las autoridades prometen operativos. Hablan de patrullajes. Pero la realidad es otra. Las balas mandan. Las familias entierran a sus hijos. Las calles se llenan de dolor. Y los sicarios siguen libres, escondidos, protegidos por un sistema que no reacciona.
No hay consuelo. Solo queda el dolor, el que se repite cada semana y que recorre los barrios de una ciudad que ya no aguanta más.
Manta está de luto. Otra vez.
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