Múnich, 30 de abril de 1945. Mientras Adolf Hitler se disparaba en la sien en su búnker de Berlín, a más de 500 kilómetros, una mujer se desnudaba en su bañera. Era Lee Miller, corresponsal de guerra, fotógrafa, exmodelo de la revista Vogue y testigo del horror. Entró al apartamento del Führer y en un acto tan íntimo como incendiario, se dio un baño caliente en su tina de porcelana. A su lado, las botas embarradas de campaña. Sobre los grifos, una foto del mismísimo Hitler.
La escena la capturó su amigo y amante, el fotógrafo David E. Scherman. El resultado: una de las imágenes más poderosas de la Segunda Guerra Mundial. No fue un gesto frívolo ni una simple provocación. Fue un acto de ocupación simbólica, una declaración de guerra personal. Una mujer, marcada por traumas, violencias y reinvenciones, se adueñaba del último santuario del dictador más temido del siglo XX. En esa bañera no solo se lavaba el polvo del frente de batalla, sino también el peso de la historia.
Lee Miller y su complicada vida
Lee Miller no había tenido una vida fácil. Nació en Nueva York y a los siete años fue violada, y la gonorrea que contrajo la condenó a años de tratamiento. Su padre, fotógrafo amateur, la convirtió en modelo de desnudos siendo apenas una adolescente. Todo eso quedó grabado en su mirada, profunda y desafiante.
Se convirtió en modelo. En 1929 su carrera de Miller dio un giro cuando su fotografía apareció en un anuncio de tampones Kotex, el primero en mostrar a una mujer reconocible en un producto menstrual. Se reinventó en París, como musa de artistas y creadora de un estilo fotográfico propio. Su belleza la llevó a las portadas de revistas, pero fue su mirada la que la condujo al corazón de la guerra.
Los campos de concrentración
Durante la Segunda Guerra Mundial cubrió el frente europeo como corresponsal de Vogue. Fue de las primeras en documentar los campos de concentración de Buchenwald y Dachau tras su liberación. De posar para las portadas de moda pasó a fotografiar cadáveres apilados. En cada imagen, una herida abierta.
Y luego, la bañera. El contraste entre el lujo del apartamento de Hitler y la suciedad de la guerra que acababa de retratar era brutal. Tras la guerra, Miller cayó en el olvido. Luchó contra la depresión, el alcohol, y el trauma no diagnosticado.
Murió en 1977, sin que el mundo reconociera del todo su legado. Hoy, su historia renace en libros, exposiciones y una película biográfica (“Lee”). Pero sobre todo, vive en esa imagen inolvidable: una mujer desnuda, limpia, desafiante, en la bañera de Hitler. Una victoria silenciosa. Un símbolo irrepetible.