Manuela Sáenz Aizpuru nació en Quito en 1795. Tras rechazar permanecer en un convento y mantener una relación clandestina con un coronel, su padre la obligó, a los 20 años, a casarse con James Thorne, un acaudalado médico inglés 26 años mayor que ella. Instalada en Lima con su esposo, Manuela conoció a José de San Martín a través de su amiga Rosa Campusano y se unió fervorosamente a la causa independentista. Por su compromiso, el Protector del Perú la distinguió como “Caballeresa de la Orden del Sol”.
En 1821, regresó a Quito, donde un encuentro fortuito cambiaría su vida. En junio de 1822, mientras Simón Bolívar ingresaba triunfalmente a la ciudad y las damas le arrojaban flores y laureles, el ramo de Manuela impactó en el pecho del Libertador. Al alzar la vista, Bolívar se encontró con los ojos de Manuela, un instante que marcó el inicio de una relación apasionada. Esa noche, durante un baile oficial, nació un amor intenso y profundo entre Manuela y Bolívar.
Manuela Sáenz y una breve luna de miel
Sin embargo, su relación estuvo marcada por encuentros y desencuentros debido a las exigencias de la vida militar y los prejuicios sociales, pues Manuela aún estaba casada. Tras una breve luna de miel en la hacienda El Garzal, cerca de Guayaquil, su vínculo se consolidó. A finales de 1823, Bolívar la incorporó a su Estado Mayor, asignándole la Secretaría y el Archivo General del Ejército, un rol sin precedentes para una mujer en la época, narra el escritor Felipe Pigna.
El 9 de junio de 1824, Bolívar le escribió: “Mi adorada: Tú me hablas del orgullo que sientes por tu participación en esta campaña. ¡Recibe mi felicitación y al mismo tiempo mi encargo! ¿Quieres probar las desgracias de esta lucha? El padecimiento, la angustia, la falta de recursos y la ausencia de pertrechos hacen del hombre más valeroso un títere de la guerra. A la amante idolatrada. Tuyo, Bolívar».
Tuvo rango de oficial
Manuela se convirtió en la única mujer con rango de oficial que participó junto al mariscal Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, que selló el fin de la dominación española en Perú y gran parte de Sudamérica. Posteriormente, en Bogotá, se destacó como una eficiente colaboradora del Libertador, gestionando los Archivos del Estado.
El 25 de septiembre de 1828, Manuela demostró su valentía al enfrentar, sable en mano, a un grupo de sicarios enviados por Francisco de Paula Santander para asesinar a Bolívar, ganándose el título de “Libertadora del Libertador”. Su lealtad y coraje transformaron los últimos años de lucha de Bolívar, quien, cerca de su muerte, confesó: “¡No, no hay mejor mujer! Esta me domó. La amo. Siempre protegiéndome, intrigando a mi favor y a favor de la causa, a veces con ardor, otras con energía».
Salvada por sus vecinos
Tras la muerte de Bolívar en 1830, Manuela, devastada, intentó suicidarse con la picadura de una serpiente, pero fue salvada por vecinos, narra Pigna. Los enemigos del Libertador lanzaron una campaña de calumnias contra ella, a la que respondió con la publicación de La torre de Babel en 1830. Santander ordenó su encarcelamiento y posterior exilio a Jamaica. En 1835, intentó regresar a Ecuador, pero al no lograrlo, se estableció en Paita, Perú, donde vivió de la venta de tabaco y como traductora del inglés.
En sus últimos años, Manuela recibía visitas de admiradores de Bolívar, con quienes compartía recuerdos de su glorioso pasado. Entre ellos estuvieron compañeros de lucha del Libertador, su maestro Simón Rodríguez, y figuras como Herman Melville, futuro autor de Moby Dick, y Ricardo Palma. Murió de difteria el 23 de noviembre de 1856, poco antes de cumplir 60 años, sin poder regresar a su querida Quito. Su casa y pertenencias fueron quemadas para evitar esparcir la enfermedad. (10)