La noche del 26 de octubre de 2005, murió un hombre y se destapó un escándalo en Ecuador. Entre tragos, música y sexo, el notario segundo de Machala, José Cabrera Román, sufrió un infarto fulminante en un hotel el Quito. Ese fue el inicio del desplome de un esquema financiero que prometía riqueza fácil y terminó en ruina total.

Cabrera no solo era una figura conocida en los círculos legales de Machala. Era el eje de una operación piramidal de proporciones colosales: prometía intereses atractivos, incluso dobles, a quienes invirtieran desde 10.000 dólares en adelante. La fórmula, aunque ilegal, atrajo a 30.000 personas de todos los estratos sociales. Entre ellos, al menos 6.000 militares, 560 policías, políticos, jueces, comerciantes, amas de casa y artesanos.

Las investigaciones del caso del notario Cabrera

Las cifras son escalofriantes: las investigaciones posteriores revelaron que el notario llegó a manejar cerca de 800 millones de dólares. El sistema colapsó tan pronto como se confirmó su muerte. El 11 de noviembre, apenas dos semanas después del deceso, militares, policías y funcionarios judiciales irrumpieron en las oficinas de Cabrera, situadas en la Inmobiliaria Veintimilla, en el corazón de Machala. Lo que debía ser una operación de incautación se transformó en un saqueo descarado.

Las cámaras captaron escenas de caos: uniformados atrapados por ciudadanos cuando intentaban huir con billetes escondidos en chalecos, mochilas e incluso en sus calzoncillos. Tres aviones de la Fuerza Aérea Ecuatoriana habían sido movilizados con un supuesto propósito operativo, pero fueron señalados como parte del dispositivo para encubrir el desfalco institucional.

El caso se volvió aún más grotesco cuando, el 14 de noviembre, un grupo de desesperados exhumó el cadáver de Cabrera del cementerio Parque de la Paz para confirmar que efectivamente había muerto. La teoría de su falsa muerte creció, alimentada por la falta de transparencia y la desesperación de miles de personas que habían invertido sus ahorros, vendido propiedades, pedido préstamos y apostado sus futuros.

Sus hijos, José y Carolina Cabrera, intentaron en un inicio contener la avalancha de exigencias, pero al anunciar que no continuarían con el negocio, estallaron actos vandálicos. Machala se convirtió en un epicentro de la indignación nacional.

Las conexiones del notario

El escándalo no solo reveló la profundidad del engaño, sino también las conexiones del notario con las élites. Cayeron cabezas: un coronel al mando policial en El Oro, el presidente de la Corte de Machala y un aspirante a la Corte Suprema. Uno a uno presentaron sus renuncias tras revelarse que eran depositantes del esquema. El Ejército formó una comisión interna para investigar el impacto del fraude entre sus filas.

Muchos de los afectados jamás recuperaron su dinero. El caso Cabrera expuso un país sin barreras frente a la captación ilegal de dinero, con instituciones públicas comprometidas en el fraude y un sistema financiero vulnerable.