De la realidad al cine: La inquietante relación entre un periodista en desgracia y un asesino manipulador

Michael Finkel, periodista despedido del New York Times por falsificar un artículo, entabló una relación con Christian Longo, un asesino que usó su identidad para huir. A través de cartas y visitas, Finkel exploró la historia de Longo, condenado a muerte por asesinar a su familia.

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4 minutos de lectura
La historia de Finkel fue llevada al cine en 2015 en la película "True Story" (Historia real).
La historia de Finkel fue llevada al cine en 2015 en la película "True Story" (Historia real).
La historia de Finkel fue llevada al cine en 2015 en la película "True Story" (Historia real).
La historia de Finkel fue llevada al cine en 2015 en la película "True Story" (Historia real).

Freddy Solórzano

Redacción ED.

Freddy Solórzano

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Primero subió a un escenario y creyó que era su lugar. Fue hermoso mientras duró. Dejó el teatro... Ver más

Michael Finkel era una estrella del New York Times Magazine, un periodista con talento para las crónicas internacionales. Sin embargo, en febrero de 2002, su carrera se desplomó estrepitosamente: fue despedido tras inventar detalles y crear un personaje ficticio en un artículo sobre el tráfico de esclavos en África.

Justo en medio de ese escándalo, ocurrió algo tan absurdo como perturbador: un hombre acusado de asesinar a su esposa y tres hijos había sido detenido en México usando su nombre. Se trataba de Christian Longo, de 28 años, quien, en su huida, eligió una identidad que, irónicamente, también estaba al borde del colapso. Longo adoptó el nombre de Finkel para eludir el rastreo policial tras escapar de la escena del crimen. Usar el nombre de un periodista conocido le otorgaba una fachada de credibilidad y protección, complicando su identificación.

El encuentro entre el periodista y el asesino

El encuentro entre estos dos hombres —uno desacreditado, el otro criminal— dio pie a una relación tan improbable como inquietante. Lo que comenzó como una historia de usurpación de identidad se transformó en un vínculo emocional y narrativo que desafió los límites del periodismo, la ética y la psicología.

Finkel decidió contactar al asesino. Longo, que aguardaba su juicio en prisión, accedió. En abril de 2002, comenzaron a intercambiar cartas, llamadas y visitas semanales. Longo, carismático y manipulador, ofreció a Finkel la exclusiva de su historia a cambio de contar “su verdad”. El periodista, enfrentado a la ruina profesional, vio en ese pacto una oportunidad de redención, pero también un dilema: ¿hasta dónde puede un reportero involucrarse con un presunto asesino sin comprometer su integridad?

La relación se volvió cada vez más personal. Longo confesó que admiraba su trabajo. Finkel, por su parte, compartió aspectos íntimos de su vida, incluido su inminente matrimonio. Sin embargo, la verdad pronto se tornó un terreno resbaladizo. Longo no solo mentía, sino que diseñaba con precisión quirúrgica una narrativa para el tribunal con el fin de ser absuelto. 

El juicio y la sentencia

Durante el juicio, en 2003, Longo alegó que, en un ataque de ira por su precaria situación económica, su esposa, Mary Jane, mató a sus dos hijos mayores, y que él, furioso, respondió asesinando a Mary Jane y a su hijo menor. En menos de cuatro horas, el jurado emitió un veredicto de culpabilidad y lo condenó a muerte por inyección letal por el asesinato de su familia.

El cuerpo de Zachery Longo, de 4 años, fue encontrado en un río con una funda de almohada llena de piedras atada a su pierna. Poco después, hallaron a su hermana Sadie, de 3 años, con una funda similar. Unos días más tarde, se encontraron dos maletas con los cuerpos de Mary Jane Longo, de 34 años, y Madison, de 2 años.

Tiempo después, Longo admitió su responsabilidad en una carta a Finkel, aunque siguió alterando su versión de los hechos. La historia culminó en el libro True Story (2005), un relato tan crudo como íntimo sobre el poder de la manipulación y la delgada línea entre contar y explotar una historia. La crítica lo elogió por su brutal honestidad. Una década después, fue adaptado al cine como una “Historia real” reforzando su impacto cultural.

Las campañas que lidera Longo

Longo permanece en el corredor de la muerte, esperando su ejecución. Desde allí, lidera campañas por el derecho de los reclusos a donar órganos, en un intento de redención pública que muchos ven como una nueva estrategia de manipulación. Finkel, por su parte, retomó su carrera como escritor. Reconoce que el caso lo salvó profesionalmente, aunque no sin ambigüedad. “No lo busqué, él me encontró”, dijo en una entrevista. Pero también admitió una “verdad incómoda”: que el dolor ajeno se convirtió en el motor de su propia resurrección.

Hoy, más de veinte años después, el caso sigue resonando como una advertencia sobre los peligros de la fascinación por el crimen real y los dilemas éticos del periodismo. En ese cruce entre verdad y mentira, víctima y narrador, Finkel y Longo quedaron unidos por una historia criminal.

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