Por las calles de una Manta que aún no imaginaba estadios llenos ni goles de Copa Libertadores, caminaba un niño con un canasto y una lista de compras, pensando en fútbol. De regreso a casa, narraba su propio partido: al plátano lo llamaba “Benítez” y al ajo, “González”. Los víveres se convertían en jugadores imaginarios y, mientras caminaba, relataba los goles como si estuviera en una final. Así comenzaba la historia de Héctor “Zozo” Moreira, la voz que por más de medio siglo le dio alma a los sueños futboleros de una ciudad.
Nacido en Limón, Portoviejo, llegó a Manta a los ocho años con su familia en busca de un futuro incierto. Al principio, la ciudad le parecía ajena. Pero fue ahí, entre juegos callejeros y canchas improvisadas, donde nació su gran amor: el fútbol. No era un prodigio con el balón, aunque jugó en el Deportivo España. Lo suyo era otra cancha: la imaginación, la voz, la pasión por contar el juego.
El concurso que ganó «Zozo»
Con apenas dos reales en el bolsillo prefería caminar antes que tomar el bus al mercado, narrando mentalmente cada paso como si fuera la final del campeonato. La radio era su sueño, y a los 20 años llegó la oportunidad. Radio Tropical lanzó el concurso “Hágase locutor deportivo”. Héctor participó y ganó. Pero su debut fue frustrante: le prohibieron la entrada al estadio Jocay. Soñó toda la noche con lo que diría al aire, pero regresó a casa con la garganta llena de palabras que no pudo decir.
La vida, como el fútbol, siempre ofrece revanchas. William López, de Radio Cenit, lo llamó para narrar los últimos quince minutos de un partido entre Manta y Liga de Quito. Ese día, su voz se alzó por encima del murmullo del estadio y nunca más se apagó.
Fue en Guayaquil donde nació su apodo. Alguien lo confundió con un jugador argentino llamado Sosa, y el error terminó convirtiéndose en su sello: “Zozo”. Aprendió de leyendas como Ecuador Martínez y Carlos Efraín Machado. Dejó los estudios y trabajó como tipógrafo, pero nunca soltó el micrófono.
Lo que cobraba el narrador
No tenía un equipo favorito, aunque simpatizaba con Emelec. Lo que amaba era el juego, la emoción, el ritual de cada domingo. Su voz se volvió parte del paisaje sonoro del Jocay. Al principio cobraba 20 sucres por partido; luego, 100 y más tarde 200. Pasó por emisoras como Radio Tropical, Radio Visión y muchas más. Siempre dejando huella.
Durante 52 años transmitió sin pausa. Recorrió estadios por todo el Ecuador y buena parte de Sudamérica junto al grupo radial Delgado. Solo le faltó Bolivia. Vivió el Sudamericano de 1997 en Paraguay y vibró con los goles de Iván Kaviedes. Narró desde cabinas improvisadas o, a veces, sin ninguna. Enfrentó insultos, empujones, amenazas. Pero jamás se calló.
El cuerpo, como los estadios antiguos, empezó a pasar factura. Problemas de salud —próstata, columna, corazón, un pulmón perdido— lo alejaron del micrófono en las canchas. Un accidente en Machala lo tuvo tres meses en cama. Ya no canta goles, ya no comenta partidos, pero sigue participando en programas deportivos. Porque el amor por el fútbol no se jubila.
Ese gol que celebró
Para “Zozo”, narrar no era gritar: era sentir. Dos momentos lo quebraron: el gol de Kaviedes que clasificó a Ecuador al Mundial de 2002 y el título del Delfín en 2019, tras la reconstrucción post-terremoto. “Soy duro para llorar”, dice. Pero esas veces lloró.
Hoy, con 80 años, Héctor “Zozo” Moreira Vinces ha visto cumplidos tres grandes deseos: un estadio Jocay terminado, un equipo manabita en torneos importantes y a la Tri brillando en el mundo. Su voz, que alguna vez narró listas de mercado como alineaciones, aún resuena en las memorias de Manta.