Durante más de una década, Carlos Henrique Raposo engañó a todos al vivir como futbolista profesional. Viajó, vistió camisetas emblemáticas, firmó contratos, posó para la prensa y compartió vestuarios con ídolos del balompié brasileño. Pero nunca tocó un balón en un partido oficial. Nunca.
Lo apodaron “Kaiser” por su supuesto parecido con Franz Beckenbauer, aunque la única batalla que libró en una cancha fue cuando fingió una pelea con la hinchada para evitar debutar. Su historia no es de goles ni de hazañas deportivas, sino de astucia, mentiras y una desvergüenza que luego confesó sin ruborizarse.
Los equipos donde fue contratado
Kaiser fue un impostor encantador. En sus años de “carrera”, militó en clubes como Botafogo, Fluminense, Flamengo y hasta cruzó fronteras hacia México, Estados Unidos y Francia. Donde ponía el pie, dejaba una estela de falsas promesas, diagnósticos médicos manipulados y amistades bien cultivadas.
Carlos Alberto Torres, Renato Gaúcho, Ricardo Rocha y hasta Romario –todos ellos figuras de la selección– formaban parte de su red de contactos. Con ellos como escudo, nadie dudaba de su “condición de crack”.
“Los jugadores lo sabían, pero todos eran amigos míos. Los periodistas, a quienes pagaba para que publicaran reportajes, tampoco me perseguían”, recordó Kaiser sobre su método para engañar a los clubes, a la afición y a todo el mundo.
Los entrenamientos eran para los demás. Él prefería las madrugadas en clubes nocturnos, mientras por la mañana se refugiaba tras excusas médicas creadas por un amigo dentista o escapaba de la alineación con lesiones ficticias. “Alguien tenía que vengarse de los clubes que engañan a los futbolistas”, dijo alguna vez, justificando su paso por el fútbol.
Magia negra para no jugar
Una anécdota resume su desfachatez: “En un club trajeron a un sacerdote de magia negra para realizar rituales y sanar mi supuesto moretón. Le estaban pagando bien, pero me acerqué a él y le dije: ‘Toma tu dinero, amigo. No me pasa nada. Coge tu dinero y no te molestes en hacer lo tuyo, porque tengo la intención de permanecer lesionado por el resto de mi vida’”.
En 2018, ya retirado, confesó: “Todas las noches estaba en clubes nocturnos hasta las primeras horas de la mañana. Nunca estaba en condiciones de entrenar”.
Carlos “Kaiser” no dejó goles. Dejó una leyenda distinta. En el universo del fútbol profesional, donde cada minuto jugado se gana con sudor, él construyó una carrera completa sin sudar una gota en un partido oficial.