El cielo de Gaza volvió a abrirse en llamas. Una niña de 11 años, con una sonrisa luminosa y palabras que desbordaban ternura, fue silenciada para siempre. Su nombre era Yaqeen Hammad, aunque muchos ya la conocían como la influencer más joven del enclave. Su historia no es solo la de una víctima más: es la de una pequeña que, en medio del horror, eligió la esperanza.
Desde el 7 de octubre de 2023, más de 16.500 niños han perdido la vida en Gaza bajo el fuego israelí. Uno de esos nombres fue el suyo. El bombardeo cayó sobre al-Baraka, Deir al-Balah, al norte de la Franja, en medio de feroces ataques. Yaqeen murió en su casa, junto a los suyos. Hasta esa noche, usaba sus redes sociales para enseñar a otros a sobrevivir, a cocinar sin gas, a respirar entre escombros, a sonreír.
Yaqeen Hammad y su hermano
Con su hermano Mohamed, colaboraba con Ouena Collective, una organización sin fines de lucro que repartía alimentos, ropa y juguetes en los campamentos de desplazados. Las visitas de Yaqeen eran breves, pero esperadas. Su sola presencia traía un poco de alivio en un contexto donde todo parece haberse perdido. En uno de sus últimos videos, escribió: «¿Hay algo más hermoso que la sonrisa de los niños de Gaza?»
Su muerte desató una oleada de dolor en redes. «Que seas un pájaro en el paraíso, Yaqeen», escribió un usuario. Porque eso era: un pequeño pájaro que cantaba en medio del estruendo. La misma noche, en el mismo ciclo de fuego, nueve de los diez hijos del pediatra Alaa Amir al-Najjar murieron. Su único hijo sobreviviente, también de 11 años, lucha hoy por su vida en una unidad de cuidados intensivos. Las cifras estremecen: el 31% de las víctimas en la Franja de Gaza son menores. Medio millón de personas, en su mayoría niños, enfrentan hambruna severa. Gaza no es un campo de batalla: es un sitio de muerte lenta.
Las cinco semanas del doctor
Desde el terreno, el cirujano estadounidense Feroze Sidhwa contó lo que vio. Durante cinco semanas, trabajó en hospitales sin anestesia, sin electricidad, sin siquiera condiciones mínimas de higiene. «Los niños murieron no por sus heridas, sino por la falta de lo básico», dijo. No atendió combatientes, sino niños con metralla en el corazón, mujeres embarazadas destrozadas por explosiones, fetos partidos en dos.
La infancia de Gaza ya no juega ni sueña. Según la organización War Child Alliance, casi la mitad de los niños del enclave presentan tendencias suicidas. No por fanatismo, sino por un dolor tan hondo que ya no cabe en el cuerpo. «¿Por qué no morí con mi hermana?», «¿por qué sigo aquí si mi madre ya no está?» son preguntas que se repiten entre ruinas. Yaqeen quería levantar el ánimo. Era solo una niña, pero entendía el valor de una sonrisa. Hoy, su voz resuena más fuerte que nunca, convertida en símbolo. En Gaza, donde cada niño carga con la guerra, ella eligió hablar de vida.