Cada día, al caer la tarde, Egddin García Hernández, recorre Portoviejo en su moto eléctrica para alimentar a más de 150 gatos callejeros en 33 colonias, una labor que comenzó tras el terremoto de 2016 para mitigar el sufrimiento de animales abandonados en la ciudad.
Desde entonces, Egddin García es en un faro de esperanza para cientos de gatos sin hogar. “Es doloroso ver tantos animalitos botados, con hambre y sed”, cuenta, mientras le sirve la comida a una pequeña colonia en la ciudadela Universitaria. El banquete, que prepara con diez libras de arroz, caldo de hígado y cuatro libras de alimento seco, lo reparte sin falta los 365 días del año. Su rutina comienza a las 07h00, mezclando comida que estará lista para las 16h30, cuando sale a recorrer la ciudad.
Egddin, quien cuida a ocho gatos rescatados en su hogar, no recibe apoyo constante. Él invierte 10 dólares diarios de su propio bolsillo. “Mi economía me lo permite, pero me la mermo”, admite, priorizando a los gatos sobre lujos personales. Su familia, dice, no siempre comparte su pasión, pero él responde con firmeza: “Yo mando en mi corazón”.
Maltrato y tortura animal: El horror que viven los gatos abandonados en el parque El Mamey
Una labor contra la indiferencia
El jubilado, de 67 años de edad, recorre lugares como El Mamey, donde al menos 50 gatos lo esperan ansiosos, reconociendo el sonido de su moto eléctrica. “Corren a recibirme, es una satisfacción espiritual”, dice, aunque su voz se quiebra al mencionar colonias que han disminuido por actos de crueldad. “Hay maldad, gente que desaparece animalitos”, lamenta. La proliferación de colonias, que han crecido desde que comenzó su labor hace nueve años, refleja la falta de control municipal, pese a las campañas de esterilización que alcanzan una cobertura de entre 300 y 400 animales, entre perro y gatos.
Cerca de allí, a pocos metros del Puente Rojo (Calle Miguel H. Alcívar), Vicente Cevallos, dueño de la ebanistería El Nacional, es testigo y cómplice de esta cruzada. Desde hace cinco años, su taller alberga a más de siete gatos abandonados, muchos dejados en sacos por desconocidos. “Los tiran y se quedan en el patio”, cuenta Vicente, quien les ofrece desayuno y almuerzo, mientras Egddin aporta la “merienda”. Incluso durante la pandemia, Egddin nunca faltó. “Viene de lunes a domingo, no falla”, asegura Vicente, quien también cuida una perrita esterilizada, abandonada junto a otro cachorro.

El drama del abandono en Portoviejo
El abandono animal en Portoviejo es un problema crítico. Según información proporcionada por animalistas, la ciudad enfrenta una proliferación de fauna callejera, con puntos críticos como el parque El Mamey, donde hasta 100 gatos han sido abandonados en el pasado. La ordenanza municipal, vigente desde 2021 y reglamentada en 2022, tipifica el abandono como una infracción grave, con multas de hasta 2.350 dólares, pero su aplicación es limitada. Activistas como María Ibarra señalan que la falta de sanciones y la insuficiente esterilización agravan la situación, con casos extremos como el envenenamiento de 18 animales en Estancia Vieja en enero de 2025.
Ambos hombres coinciden en la necesidad de esterilización masiva. “Se reproducen rápido, tres partos al año”, explica Vicente, quien coincide con Egddin en que lo que se necesita es una campaña de esterilización masiva para controlar la proliferación de felinos.
A sus 67 años, Egddin no planea detenerse. “Estaré con ellos hasta que Dios me lo permita”, afirma, manejando su moto eléctrica comprada hace tres años para facilitar su misión. En un Portoviejo donde el abandono animal persiste, el jubilado es un recordatorio de que un solo corazón puede marcar la diferencia, alimentando no solo cuerpos, sino también la esperanza de un futuro más humano para los gatos callejeros.