Han pasado dos días desde que un deslizamiento le arrebató a su hermano, ayer lo sepultó, pero Cristhian Vinces sigue hablando de él en presente.
“Él sale a trabajar todos los días de madrugada al Plaza Central”. “A mi hermano le gusta ir los sábados a la cancha, es su único día libre”, dice con una leve sonrisa y la mirada perdida. Una que se baña de lágrimas cuando recuerda el aterrador momento en que se dio cuenta de que su hermano Williams había muerto sepultado por un deslizamiento de tierra junto a toda su familia.
Él, su esposa Kathiuska Marcillo, y sus pequeñas hijas Alaia y Zoé, de cuatro años y seis meses de edad, estaban en la misma habitación cuando la desgracia los sorprendió. Cristhian estaba en un departamento contiguo, en la misma casa. Recuerda que tardó unos cinco minutos en salir para descubrir qué había ocasionado ese estruendo que lo despertó pasada la 01h30 del lunes.
“Pensé que había sido un rayo. Es que fue como un solo golpe y después nada. Entonces se me hizo raro no escuchar a nadie al lado. Cuando salí vi el lodo por todas partes, vi todo”, relata Cristhian.
Antes de continuar toma aire y también fuerza, porque después de eso le tocó dar la peor noticia que puede recibir una madre. Tras alertar a los vecinos sobre el deslizamiento y pedir ayuda, bajó corriendo descalzo por la empinada calle San Agustín hasta llegar a la casa de sus padres. Allí, sin mayor detalle, le dijo a su madre que Williams y toda la familia estaban muertos.
La familia Vinces Marcillo dormía en la sala cuando llovía
La familia integrada por Williams Vinces, su esposa Kathiuska Marcillo, y sus pequeñas niñas Alaia y Zoé, vivía desde hace poco más de dos años en la casa donde murió por el deslizamiento. Cristhian Vinces llegó después. Aunque estaban bien instalados y cada quien tenía su espacio, recuerda que su “ñaño” se quería mudar.
“A ellos les daba miedo cada vez que llovía fuerte. A veces sacaban el colchón y dormían en la sala (…) Aún no lo creo. No entiendo por qué les cayó a ellos y no a mí”, expresa Cristhian, mientras trata de contener el llanto. Williams era el tercero de seis hermanos y casi toda su vida se dedicó al comercio de legumbres. Su puesto en el Plaza Central era el número 40. Allí trabajó desde la inauguración del mismo, junto a su esposa, Kathiuska.
Ambos pasaban la mayor parte del día en el trabajo y llegaban a casa sólo a dormir. La noche del domingo fue la última. La madrugada del lunes ocurrió un deslizamiento. Ayer, antes de ser llevados al cementerio general de Portoviejo, la pareja fue trasladada hasta Plaza Central y velada junto al puesto de legumbres.
Yuliana Marín