Una cruz erigida hace más de 70 años en el barrio Santa Cruz, Portoviejo, tras un fatal accidente, se mantiene como ícono de fe, uniendo a los vecinos cada año en celebraciones, según relatos de residentes como Eduardo León.
Hace casi más de medio siglo, un puente de zinc conectaba las calles Pedro Moncayo y 26 de Septiembre en Portoviejo, cuando un jinete campesino murió al caer de su caballo. Los vecinos, conmovidos por la tragedia, colocaron una cruz en el lugar, dando origen al nombre del barrio Santa Cruz. Eduardo León, de 75 años, relata que esta cruz, inicialmente sobre un montículo de piedras, se convirtió en un punto de oración y celebración.
Con la construcción de un nuevo puente, los feligreses trasladaron la cruz a su ubicación actual, en una acera de las calles Pedro Moncayo y 12 de Marzo. Carlos Macías, vecino del sector, destaca que la comunidad la mantiene adornada con luminarias que se encienden en fechas especiales, como el Día de la Cruz. La cruz, hoy parte de un nicho, es un ícono del barrio, cuidado con devoción por los residentes. “Aquí la tenemos con foquitos, está bien cuidada. La gente se reúne cada 3 de mayo para festejar el Día de la Cruz”, dijo el vecino.
Tradiciones que perduran
Cada 3 de mayo, los vecinos se reúnen para celebrar esta fecha, organizando rezos y encuentros comunitarios. León recuerda que, en su infancia, las festividades incluían juegos tradicionales como caña encebada, puerco enlodado y olla encantada. Aunque estas prácticas han disminuido, la fe persiste, especialmente entre las mujeres del barrio, quienes lideran las oraciones y mantienen viva la tradición.
El barrio Santa Cruz refleja la identidad de Portoviejo, donde la fe y la unión comunitaria son pilares. Según León, los rezos de casa en casa fortalecen los lazos vecinales. La cruz, un símbolo de más de 70 años, no solo honra una tragedia pasada, sino que fomenta la solidaridad. Macías subraya que, pese a los cambios, la comunidad sigue comprometida con preservar este legado cultural y religioso.
La fe manabita: tradiciones y cosmovisión religiosa
La fe religiosa de los manabitas, profundamente arraigada en su identidad cultural, se manifiesta en tradiciones que combinan devoción católica con prácticas ancestrales, reflejando una cosmovisión única. En Manabí, localidades como Montecristi, Portoviejo, Sucre, entre otras, celebran con fervor las fiestas de San Pedro y San Pablo, integrando rituales que fortalecen el sentido de comunidad.
Los velorios de nueve noches, especialmente en zonas rurales, muestran la importancia de honrar a los fallecidos, mientras que en las ciudades, los nichos con imágenes de vírgenes, cruces y el Niño Jesús adornan los hogares, simbolizando la devoción cotidiana.
Esta fe, según el periodista Fernando Pérez, refuerza el fuerte sentido de pertenencia manabita, distinguiéndolos en Ecuador. La religiosidad manabita no solo es un acto de culto, sino una expresión de esperanza, identidad y arraigo cultural que define su visión del mundo y su relación con lo divino.