Maribel Guardia, conocida por su trayectoria en la televisión y su carisma inconfundible, abrió su corazón como pocas veces para hablar del episodio más doloroso de su niñez: la muerte de su madre. En una conversación íntima con Adriana Gallardo para el pódcast ChingonaMente, la artista reveló cómo esa pérdida temprana influyó en sus miedos, su carácter y hasta en su decisión de no querer tener hijos en un principio.
“Yo no quería ser mamá” -Maribel Guardia
Guardia confesó que tras quedarse huérfana tan pequeña, la idea de convertirse en madre le generaba temor. “Yo no quería tener hijos porque yo me quedé huérfana a los 9 años”, explicó. La experiencia de perder a su mamá a una edad tan vulnerable la marcó profundamente, generándole una inseguridad difícil de superar.
Esa confesión cobra un matiz aún más emotivo considerando que años después se convertiría en madre de Julián Figueroa, quien también falleció joven, dejando a Maribel frente a otro duelo devastador.
El último adiós que nunca imaginó
La actriz narró, con la voz cargada de nostalgia, el recuerdo imborrable de la última vez que vio a su madre. “A mi mamá le dio cáncer. Recuerdo perfectamente la última vez que la vi, porque yo iba para la escuela. Yo la beso, ella me da la bendición. Ese es el último beso que tuve de mi madre”, relató.
Después de aquel día, su madre ingresó al hospital y nunca volvió a casa. Maribel recordó la escena que encontró al volver: “Veo a mi hermana con dos personas derrumbada llorando y mi mamá había muerto”. Una imagen que se quedó grabada en su memoria como un quiebre definitivo de su infancia.
Maribel soñaba con volver a abrazarla
Durante las noches posteriores a su fallecimiento, la actriz soñó repetidamente con su madre. “Soñé con mi madre por nueve noches, que volábamos juntas, que estábamos junto a un río vestidas de blanco”, contó. Aquellos sueños le daban consuelo, pero tras la novena noche dejaron de aparecer, sumiéndola en una sensación de vacío aún más profunda.
Con el paso de los días, Maribel empezó a sentir temor ante el cuerpo sin vida de su mamá, algo que confesó con honestidad: “Le empiezo a agarrar un horror al cadáver de mi mamá”. Un sentimiento natural en una niña que no logra comprender cómo alguien tan cercano deja de hablar, de abrazar y de estar presente.
Un dolor que nunca desaparece
Reflexionando sobre esa experiencia, Guardia describió con claridad lo que implica para un niño enfrentarse a la muerte de un ser querido. “Para un niño es muy duro ver un cadáver y no entender que tu mamá que te abrazaba, que te besaba, ya no te toca ni te habla ni te besa. Yo creo que es un rompimiento horrible”, dijo.
Su testimonio revela no solo el trauma que significó esa pérdida, sino también la manera en que aprendió a convivir con el dolor y a construir su vida a partir de una herida que nunca terminó de cerrarse.
Hoy, Maribel Guardia comparte su historia no desde la tristeza, sino desde la resiliencia, mostrando que incluso las cicatrices más profundas pueden transformarse en fuerza para seguir adelante.