El entorno en el que vivimos tiene efectos profundos, aunque a veces silenciosos, sobre nuestro cuerpo y mente. Entre los factores que la ciencia está empezando a estudiar con mayor detenimiento se encuentra uno especialmente omnipresente: la luz artificial. Investigaciones recientes apuntan a que su exposición nocturna podría estar perjudicando de manera significativa nuestra salud integral.
Uno de los referentes en este campo es el doctor Randy J. Nelson, director del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Virginia Occidental (Estados Unidos). Quien también ha liderado estudios innovadores sobre el impacto de la luz artificial nocturna. En una entrevista con Genomic Press Innovators & Ideas, el especialista explicó que este tipo de luz no solo interrumpe el sueño, sino que también desencadena alteraciones en sistemas fundamentales como el inmunológico, el metabólico y el neuropsicológico.
Luz artificial y salud: una conexión profunda
Los hallazgos demuestran que los ritmos circadianos —es decir, el reloj biológico que regula el sueño y otras funciones fisiológicas— se ven seriamente alterados por la exposición a luz artificial en horas nocturnas. Este desajuste puede debilitar la respuesta inmunitaria del organismo. Además, inducir estados inflamatorios y fomentar trastornos del ánimo como ansiedad o depresión.
“Los ritmos circadianos son una parte fundamental de nuestra biología, pero muy poco de lo que sabemos se ha aplicado a la medicina clínica”, señaló Nelson. Para él, el problema no es solo la interrupción del sueño, sino una desincronización sistémica que afecta procesos que evolucionaron para ajustarse al ciclo natural de luz y oscuridad.
Metabolismo, depresión y respuesta inmune ante la luz artificial
Uno de los aspectos más preocupantes es la asociación entre alteraciones del ritmo circadiano y el desarrollo de trastornos metabólicos. Esto podría contribuir a enfermedades como la obesidad. También se ha observado una relación directa con la disfunción del estado de ánimo, lo que convierte a la luz artificial nocturna en un factor de riesgo para afecciones como la depresión y los trastornos de ansiedad.
Además, el equipo del doctor Nelson ha identificado que la exposición a luz en horarios no naturales puede reducir la eficacia de la respuesta inmune o, por el contrario, activar mecanismos inflamatorios nocivos para el cuerpo.
Nuevas fronteras clínicas: pruebas en hospitales
La investigación ha trascendido el laboratorio. Actualmente, el grupo de Nelson realiza ensayos clínicos en hospitales con pacientes de cuidados intensivos. Dos estudios están enfocados en pacientes que se recuperan de accidentes cerebrovasculares y de cirugías cardíacas. Estos ensayos buscan verificar si el control de la luz ambiental puede mejorar significativamente la recuperación.
Otro estudio se centra en el personal médico, especialmente en los trabajadores nocturnos, para evaluar si el uso de visores con luz azul puede ayudar a restablecer sus ritmos biológicos, mejorando el rendimiento cognitivo y la salud mental.
La hora del día también importa en la ciencia
Una de las ideas más provocadoras que propone el doctor Nelson es incorporar la variable “hora del día” en los estudios científicos. Según argumenta, muchos resultados pueden variar dependiendo del momento en que se realicen los experimentos, lo que influye en la precisión y reproducibilidad de la investigación.
“La respuesta a una pregunta científica puede cambiar dependiendo de la hora en que se formule”, puntualizó. Esta consideración, poco tomada en cuenta, podría explicar la inconsistencia entre estudios similares realizados en diferentes horarios.
Recomendaciones para el bienestar diario
Como conclusión, Nelson sugiere adoptar medidas sencillas que pueden tener un efecto positivo en la salud pública: reducir el uso de pantallas por la noche, optar por luces cálidas en lugar de frías al atardecer y mantener horarios de sueño regulares. Estos pequeños ajustes ayudarían a preservar el ritmo natural del cuerpo y reducir los riesgos asociados a la luz artificial.