Publicidad. La decadencia de la política exterior de Ecuador bajo el gobierno actual
El gobierno de Ecuador sigue enfrentando críticas constantes tanto dentro del país como en el exterior. La razón de esto radica en varios tropiezos en la administración de la economía, la política interior y, especialmente, la política exterior. Su gestión, marcada por decisiones erráticas y una falta de visión estratégica, ha llevado al país andino a un preocupante aislamiento internacional.
Este deterioro tiene su punto de partida en un nombramiento cuestionable: el de Gabriela Sommerfield como canciller, una figura sin experiencia diplomática ni conocimiento profundo de las relaciones internacionales. Esta medida fue vista desde el principio como un reflejo de la improvisación que caracteriza al gobierno de Ecuador.
Sommerfield, empresaria quiteña con formación en Finanzas y Marketing, carecía de cualquier experiencia previa en diplomacia o asuntos internacionales. Su perfil, más cercano al mundo empresarial y turístico, contrastaba abruptamente con los desafíos complejos que enfrenta la política exterior de un país en desarrollo como Ecuador.
Este error inicial condicionó gran parte del fracaso de Quito en el escenario internacional. La falta de preparación de Sommerfield quedó evidente en uno de los episodios más controvertidos del gobierno: el ataque a la embajada de México en Quito para arrestar al exvicepresidente Jorge Glas.
Una visión crítica al tema
En lugar de actuar como una figura crítica y moderadora dentro del gabinete, Sommerfield respaldó incondicionalmente la decisión. Lo hizo, ignorando las graves implicaciones legales y diplomáticas de violar la inviolabilidad de una sede diplomática.
El consenso internacional no se hizo esperar. Países de la región, incluidos aliados tradicionales como Estados Unidos y Canadá, condenaron la acción como una flagrante violación del derecho internacional. La ausencia de una voz diplomática competente en Cancillería dejó al país expuesto a una crisis sin precedentes. Esta culminó con la ruptura de relaciones diplomáticas con México.
Este paso irresponsable tuvo consecuencias devastadoras para Ecuador, especialmente durante la organización de la XXIX Cumbre Iberoamericana en noviembre de 2024. Esta reunión, que debía ser una oportunidad para proyectar al país como un actor relevante en la región, terminó siendo un fiasco histórico.
Ningún líder latinoamericano asistió al evento, convirtiéndolo en la primera cumbre de este tipo en la que no participó ningún jefe de Estado o Gobierno de América Latina. De los 22 mandatarios invitados, solo estuvieron presentes el rey Felipe VI de España, el presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa y el jefe de Estado de Andorra, Xavier Espot Zamora.
Este penoso desenlace evidenció el aislamiento diplomático de Ecuador y la pérdida de confianza de sus socios regionales. La responsabilidad de este fracaso recae directamente en la ineptitud de Sommerfield y en la falta de una estrategia coherente para gestionar las relaciones internacionales.
Empeora la política exterior con este Gobierno
La política exterior del gobierno de Ecuador continuó empeorando con la anunciada imposición de un arancel del 27% a todos los productos importados desde México. La medida que entró en vigor el 3 de febrero de 2025. Este anuncio, realizado en medio de tensiones comerciales entre Estados Unidos y sus socios norteamericanos, buscaba presionar a México para firmar un tratado de libre comercio con Ecuador. Sin embargo, la decisión fue ampliamente ridiculizada tanto por el gobierno mexicano como por analistas internacionales.
La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum calificó la medida como “irrelevante” para la economía de su país, que ocupa el puesto número 12 a nivel mundial. Para Ecuador, en cambio, la medida no solo carece de fundamentos técnicos, sino que también profundiza el distanciamiento con un socio clave en la región.
La falta de informes económicos o financieros que sustenten esta decisión revela que fue tomada más por razones políticas que estratégicas. Aquello refuerza la percepción de un liderazgo improvisado y desconectado de la realidad global.
Ausencia de una visión estratégica
El problema central de la política exterior del gobierno de Ecuador radica en la ausencia de una visión clara y estructurada para relacionarse con la región y el mundo. A diferencia de otros países que han desarrollado planes a mediano y largo plazo, Ecuador sigue navegando a la deriva. Depende de decisiones coyunturales que responden más a motivos políticos del momento que a objetivos nacionales.
El plan de gobierno presentado ante el Consejo Nacional Electoral apenas dedica una página a la política exterior, limitándose a mencionar vagamente la búsqueda de nuevos mercados para las exportaciones nacionales. No aborda preguntas fundamentales como la estrategia frente al nuevo gobierno estadounidense, la creciente influencia de China en América Latina, o cómo integrarse nuevamente con la región tras el desastre de la última cumbre iberoamericana.
La falta de liderazgo, la improvisación y la ausencia de una estrategia integral han convertido a Ecuador en una pieza irrelevante en el tablero internacional, alejado de sus tradicionales aliados y sumido en un aislamiento que podría tener consecuencias duraderas para el país.
Si Ecuador pretende recuperar su lugar en la comunidad internacional, será necesario replantear completamente su enfoque hacia las relaciones exteriores, priorizando la experiencia, la planificación y el diálogo constructivo con sus socios regionales y globales. Al mismo tiempo, es importante darse cuenta de que el gobierno actual apenas es capaz de aplicar tales cambios, razón por la cual muchos expertos cifran sus esperanzas de cambio en las próximas elecciones.