Alida Pachay ha hecho de su vida una lucha tranquila, armada con tinta y cuadernos. Tiene 68 años y una misión: que su pueblo no se olvide de sí mismo. Sus manos no sostienen cámaras ni graban audios, pero escriben. Desde hace décadas, lo anota todo: nacimientos, bautizos, muertes, fiestas patronales, amores secretos, tormentas que arrasaron cultivos y días de cielo limpio. Lo hace en Santa Marianita, esa parroquia de Manta, que nació junto al mar.
Los cuadernos donde escribe
No hay título universitario colgado en sus paredes; Alida es una cronista natural. Guarda la historia con cuidado, con respeto, con la certeza de que será necesaria mañana. Los cuadernos —una docena, tal vez más— tienen tapas desgastadas, esquinas dobladas y letras que han resistido el paso de los años. En ellos está la historia íntima de su familia, pero también la de un pueblo.
Esas libretas son su archivo y su legado. No lo hace para que la aplaudan, sino porque sabe que la memoria es frágil y que, si nadie la protege, se desvanece. A Alida la enamoraron a la antigua: con cartas. Su esposo le escribió con paciencia, con promesas hechas a mano. Un día se escaparon sin vestido blanco ni testigos, pero con el amor necesario para llenar páginas enteras. Así comenzó una vida compartida que hoy cabe entre líneas de papel.
Esa historia que conmovió a Alida
En su juventud, una historia conmovió profundamente a Alida: la de Octavio y Claudina, una pareja improbable y poderosa. Claudina no caminaba y tampoco hablaba. Siempre asomada a una ventana, veía pasar la vida como si fuera una película lejana. Sin embargo, Octavio —callado y fuerte— la vio de verdad. Un día la alzó en brazos y la llevó a su casa. Fueron pareja, padres, sobrevivientes del qué dirán. El hijo que no pudieron criar se fue a vivir con parientes, pero el amor quedó, como una leyenda contada al oído, que los más viejos aún susurran.
Esa historia, aunque no esté en ningún libro, vive gracias a voces como la de Alida. Porque mientras ella siga escribiendo, habrá memoria. No solo nostalgia, no solo romanticismo —resistencia. En cada pueblo hay quien olvida y quien recuerda. Santa Marianita tiene a Alida. Y gracias a ella, la historia no se oxida. Vive en cuadernos, en recortes de periódico, en relatos que atraviesan generaciones. Porque hay quienes luchan con pancartas, y hay quienes lo hacen con una pluma. Alida escribe. Y mientras lo haga, el olvido no ganará.