El cantautor madrileño Alejandro Sanz, de 56 años, habló este marzo de 2025 sobre su próximo álbum, el primero con Sony Music. Además, confesó en una entrevista con Vanity Fair que sus 33 años de trayectoria se construyeron sobre una premisa: “Equivocándome… yo siempre acierto”.
Todo comenzó en 1991 con Viviendo deprisa. Un joven Sanz, guitarra en mano, irrumpió con letras crudas que desafiaron la radio comercial y vendió 1.5 millones de copias. “Nadie apostaba por mí, pero funcionó”, rememoró. Luego vino Si tú me miras (1993), consolidándolo, y Más (1997), con 7 millones de discos, lo elevó a mito cultural, estudiado incluso en Berklee. “Ese disco cambió todo. Fue un antes y un después”, dijo.
Cada álbum trajo una reinvención: El alma al aire (2000) exploró el dolor, No es lo mismo (2003) abrazó el funk, y Paraíso express (2009) coqueteó con el pop británico. “No me gusta repetirme. Mi música es mi vida en tiempo real”, afirmó. Ahora, su decimotercer trabajo, aún sin título, lanza Palmeras en el jardín, un tema introspectivo tras su ruptura con Rachel Valdés, y Hoy no me siento bien, una salsa con humor. “El desamor es más picante que el amor. La poesía aparece cuando hay que remendar”, explicó.
De etiquetas a emociones
Desde su casa en Somosaguas, una estructura brutalista de 1974 que llama “espiritualmente renovadora”, Sanz rodeado de 4 Grammy anglosajones y 24 Grammy Latinos, dio vida a este disco. “Esta casa me abraza. Aquí vienen amigos, músicos, y todo fluye”, contó. Allí guarda recuerdos y premios, y recibe a figuras del arte.
Sanz no teme arriesgar. “Me equivoqué con Corazón partío según los estándares de entonces. Pero esa equivocación me salvó”, reveló. Su rechazo a las etiquetas lo llevó a fusionar flamenco con sonidos urbanos o de Miami. “Es imposible desprenderme del flamenco. Aunque quisiera, no podría”, aseguró.
Tras décadas con Warner y Universal, el cambio a Sony llegó por necesidad creativa. “Ya no se hablaba de música, solo de números. Necesitaba pedalear con gente a mi lado”, confesó. Con esta alianza, busca libertad. “No quiero ser empresario. Quiero enfermar de lo que hago”, sentenció.