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La vida de un pescador representa desafíos y riesgos. Las tormentas pueden aparecer sin previo aviso, y las olas pueden rugir con furia.

La incertidumbre de cada jornada se combina con la esperanza de un buen regreso al puerto, con la bodega llena y la satisfacción de haber cumplido con su deber.

Cada captura es un triunfo, un testimonio de la conexión entre el hombre y el mar. La vida de un pescador puede ser dura, pero está llena de belleza y gratificación.

Cada día en el mar es una lección de humildad y perseverancia. A medida que regresa al puerto con la pesca del día, sabe que su labor es fundamental para alimentar a su comunidad y honrar la tradición que se ha transmitido de generación en generación.

El mar le ha enseñado a apreciar la simplicidad de la vida y a valorar cada pequeño regalo que nos brinda. Como pescador, su vínculo con el océano es eterno, y su respeto por su inmensidad es inquebrantable.

La pesca es una de las principales actividades económicas a la que se dedican muchos manabitas que habitan en la franja costera.

Muchos de ellos trabajan intensas jornadas para abastecer de los frutos del mar no solo a Manabí sino a todo el país.