Daniel Goleman, psicólogo norteamericano, publicó en 1995 su obra emblemática “Inteligencia Emocional”, quien popularizó en este constructo el contenido del mismo y su utilización en la vida cotidiana.
La inteligencia y las emociones son dos elementos de la mente humana que interactúan entre sí y con el resto de funciones mentales. El médico argentino Daniel López Rossetti decía: “Somos seres emocionales que razonan”, confirmándose que las emociones influyen poderosamente en el pensamiento y la toma de decisiones de las personas.
A menudo muchos han experimentado, por ejemplo, que cuando se está bajo los efectos de coraje, ira, miedo, se emiten palabras, pensamientos o actitudes que no se los diría o asumiría cuando no se está en esos estados emocionales.
Las emociones se identifican con lo afectivo, son reacciones intensas y de corta duración que están asociadas a estados de alerta o sobrevivencia y desaparecen cuando la causa que lo provoca se estabiliza. El asiento orgánico de las emociones es el sistema límbico del cerebro.
La inteligencia se identifica con lo cognitivo, lo racional, lo pensante, cuyo asiento es la corteza prefrontal del cerebro, estructura última dentro de la escala evolutiva del sistema nervioso.
Ahora bien, en la actualidad se observa que la intolerancia, la impaciencia, la violencia verbal y física son una constante, un predominio del sistema límbico sobre la corteza prefrontal, bloqueando lo racional, afectando a la salud mental y física.
La utilización de la inteligencia emocional a través de las habilidades psicosociales expresadas en la empatía, asertividad, autoconciencia, autocontrol emocional, motivación, son aplicables en las actividades laborales, familiares, políticas, empresariales e institucionales, siendo importante que la educación y la familia contribuyan para lograr que las futuras generaciones desarrollen dichas competencias.
En el liderazgo político democrático los elementos de la inteligencia emocional son condiciones sine qua non para el éxito, no solo se requiere formación profesional, conocimientos e inteligencia cognitiva, sino que es imprescindible el manejo emocional positivo, siendo esto una competencia vital como garantía para el liderazgo, es fundamental que un líder en las actuales circunstancias sociopolíticas requiere poseer un alto nivel de cociente emocional para contribuir al bienestar colectivo de un país.
En la última contienda electoral las redes sociales se inflaron de sesgos cognitivos y emocionales (tendencias del pensamiento y emocionales preconcebidas) y en el debate presidencial se evidenciaron estados emocionales en los candidatos que posiblemente también influyeron en los resultados del 13 de abril del 2025.