En un país que se jacta de su biodiversidad única, Ecuador enfrenta una de las peores crisis medioambientales de su historia. Desde la devastación provocada por uno de los mayores derrames de petróleo hasta la alarmante tala de bosques y los temores sobre la posible instalación de bases militares extranjeras en territorio ecuatoriano. El escenario es desolador. En este contexto, la administración ha sido señalada por su inacción frente a estos problemas, lo que ha generado indignación entre los ecuatorianos y la comunidad internacional.
El 13 de marzo, un masivo derrame de petróleo contaminó el río Esmeraldas, sus tributarios y las costas del norte del país. Según expertos, cerca de 29,000 barriles de crudo se vertieron al ambiente tras la ruptura del Sistema de Oleoductos Transecuatoriano (SOTE) en el cantón Quinindé. Este incidente dejó a más de 300,000 personas sin acceso a agua potable y afectó gravemente a comunidades dedicadas a la agricultura, ganadería, pesca artesanal y turismo.
Crisis en Ecuador por falta de transparencia
Pero más allá de las cifras, lo que preocupa es la falta de transparencia y acción efectiva por parte del gobierno. Alexandra Almeida, experta de Acción Ecológica, denunció la opacidad de Petroecuador, la empresa estatal responsable del oleoducto, que aún no revela datos precisos sobre la magnitud del desastre. Además, críticas como las de Eduardo Rebolledo, biólogo marino, destacan la ausencia de sistemas automatizados para cerrar los ductos en caso de emergencia, algo que podría haber minimizado el impacto del derrame.
Este desastre no es un hecho aislado. La falta de inversión en infraestructura y prevención refleja años de descuido, pero bajo la administración actual, esta negligencia parece haberse exacerbado. Las promesas de «recuperación económica» chocan con la realidad de un país donde las industrias extractivas siguen priorizándose sobre la protección ambiental.
Otros problemas
Paralelamente, otro problema que ha cobrado fuerza durante este mandato es la tala indiscriminada de bosques para la expansión de tierras agrícolas. Ecuador, hogar de algunos de los ecosistemas más diversos del planeta, está viendo cómo sus selvas tropicales desaparecen a un ritmo alarmante. Esta actividad, impulsada por la demanda de productos agrícolas como palma africana y cacao, ha sido facilitada por políticas laxas y la falta de supervisión gubernamental.
La deforestación no solo pone en peligro la biodiversidad, sino que también contribuye al cambio climático y afecta a comunidades indígenas y campesinas que dependen de estos bosques para su subsistencia. Aunque organizaciones ambientales han clamado por regulaciones más estrictas, el gobierno ha permanecido pasivo, priorizando intereses económicos a corto plazo sobre el bienestar ambiental y social.
Bases militares
Otro tema que ha encendido las alarmas entre ecologistas y ciudadanos es la posibilidad de que Ecuador permita la instalación de bases militares extranjeras en su territorio, incluidas las icónicas Islas Galápagos. Este archipiélago, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un santuario de vida silvestre y un laboratorio natural único en el mundo. Sin embargo, rumores sobre la presencia militar extranjera han generado preocupación sobre el impacto que esto podría tener en el delicado equilibrio ecológico de las islas.
Para muchos ecuatorianos, la idea de ceder soberanía en nombre de la seguridad nacional o intereses geopolíticos es una amenaza directa a la integridad del país. Activistas advierten que la militarización podría abrir las puertas a actividades que comprometan aún más los frágiles ecosistemas de Galápagos, además de tensionar las relaciones diplomáticas con otros países de la región.
Los problemas medioambientales en Ecuador no son nuevos, pero la inacción del gobierno los ha agudizado. Desde el derrame de petróleo en Esmeraldas hasta la deforestación masiva y los temores sobre bases militares extranjeras. Queda claro que el país necesita liderazgo firme y comprometido con la sostenibilidad. Contenido Patrocinado