“Escriba sobre los ejercicios que hace. Por qué los hace. Usted, que recuerde yo, no fue muy deportista”. Es verdad, nunca lo he sido y tampoco lo soy ahora. Sin embargo, me ha gustado mantenerme activa de diversas formas; si me detengo, me volvería loca, sudar me calma. Hace 15 años era un hueso viviente, flaquísima, la gente que me rodeaba no estaba conforme con mi cuerpo. Siempre procuraron hacérmelo saber. Hoy, con mis 75 kilos de grasa, ansiedad y disfrute, tampoco lo están. En conclusión, no hay (complete el espacio) que le calce a la gente. A estas alturas, sé que lo único que importa es cómo nos vemos nosotros; aunque suene a cursilería, debes gustarte a ti mismo. Al “Mi mamá me ama” de la escuela debieron agregarle “Amo a mi cuerpo”. No busco la perfección ahora, pero el miedo y el estrés deben salir de alguna forma. Últimamente recorro la ciudad en bici, corro, me esfuerzo. Sudo, sudo. A veces sin querer lo lastimo, y muchas veces lo he castigado. No daré un sermón ni agradeceré a Dios, solo diré que moverse es bueno, no importa cómo ni dónde lo haga.
