Hace algunos días, el mundo presenció atónito un ataque aéreo de las Fuerzas de Defensa de Israel a Irán, con el pretexto de que este último tiene uranio enriquecido.
Según informe presentado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), la agencia nuclear de las Naciones Unidas, se afirma que la nación persa aceleró el ritmo de producción de sus reservas de uranio enriquecido a 60 %, cercano al 90 % necesario para producir armas nucleares.
Este particular no es nuevo. Las bases del programa nuclear iraní datan de la década de 1950, cuando Estados Unidos firmó un acuerdo de cooperación civil con el dirigente de entonces, pro Occidente, Mohammad Reza Pahlavi. En 1970, los persas ratificaron el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
En 1979, a partir de la revolución islámica, la política internacional del régimen cambió. Encabezado por su guía supremo, el ayatolá Alí Jameneí, ha desarrollado actividades relacionadas con el desarrollo de un artefacto nuclear explosivo en el marco de un programa estructurado. En 2015 se firmó en Viena un pacto conocido como JCPOA, con el que se ofrecía a Teherán un alivio a sus sanciones internacionales a cambio de limitar su programa nuclear.
Según expertos, en 2021 Irán superó el límite de enriquecimiento de uranio fijado en 3,67 %, pasándolo al 20 y luego al 60 %, nivel cercano al 90 % requerido para fabricar una bomba atómica. De igual manera, rompió el límite en cuanto a la cantidad de material establecido en 202,8 kilos.
Luego de la ofensiva israelita, apoyada por Estados Unidos, la reacción iraní ha lanzado numerosos tipos de misiles balísticos, los que han flaqueado la hasta ahora invencible Cúpula de Hierro, asestando golpes en ciudades como Tel Aviv y Haifa. Aún no ha utilizado el famoso Khorramshahr, un misil de combustible líquido capaz de impactar hasta 2.000 kilómetros, con una carga útil de aproximadamente 1.500 kilos.
La preocupación norteamericana y sionista parte del hecho de que, para los expertos, los técnicos iraníes tienen ya el conocimiento y la capacidad para dar el siguiente paso y empezar a producir uranio al 90 %, el nivel necesario para un arma atómica. Para ello, solo tendrían que configurar de una forma especial las cascadas de centrifugadoras, las máquinas empleadas para producir ese combustible atómico.
Este escenario muestra las contradicciones interimperialistas en la búsqueda del control mundial, con cada potencia exhibiendo su poderío bélico y gastando grandes recursos económicos, mientras miles de seres humanos en el mundo no pueden cubrir sus necesidades básicas. ¿O será acaso el abundante petróleo y gas natural que posee la nación persa lo que la coloca ahora en los ojos del mundo?