La maternidad sigue marcando profundamente las trayectorias laborales de las mujeres, incluso en el siglo XXI. Un informe reciente explica cómo los prejuicios, la culpa y los roles de género alimentan una brecha que parece no cerrarse.
Un nuevo informe titulado “How Motherhood Hurts Careers”, publicado por The Economist e inspirado en los trabajos de la economista Claudia Goldin, ganadora del Nobel de Economía, expone una dura realidad: ser madre sigue representando un obstáculo decisivo en la vida laboral de millones de mujeres en todo el mundo. Y América Latina no es la excepción.
Entre la renuncia y la pausa laboral
Según datos incluidos en el informe, alrededor del 38% de las mujeres en América Latina abandona su trabajo tras convertirse en madres, y un 37% no retoma actividades laborales hasta una década después. Este fenómeno explica, en gran parte, por qué la brecha salarial de género se mantiene pese a los avances educativos y de inclusión.
La maternidad, lejos de verse solo como una etapa de la vida, termina siendo un punto de quiebre en el crecimiento profesional de muchas mujeres. Tras el nacimiento de un hijo, aparecen menos oportunidades de ascenso, reducción de jornada laboral y hasta estancamiento salarial.
La culpa que no deja avanzar
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) aporta cifras que visibilizan el impacto real de los cuidados: 606 millones de mujeres a nivel mundial no pudieron siquiera considerar entrar al mercado laboral por sus responsabilidades familiares. Entre los hombres, el número apenas llega a 41 millones.
Detrás de esta diferencia está la presión cultural que impone a las mujeres la etiqueta de “cuidadoras principales”. Si no cumplen con esa expectativa, surge un sentimiento de culpa: el temor de no ser “buenas madres” y, al mismo tiempo, la frustración de ver truncados sus proyectos profesionales.
Compararse con la “madre perfecta” que aparece en redes sociales o en el imaginario colectivo solo agrava este sentimiento. La culpa materna, aunque invisible, actúa como un freno poderoso que merma la salud mental y limita las decisiones de miles de mujeres.
El mito de la madre ideal
Expertas coinciden en que esta “madre perfecta” no existe. Se trata de una construcción social que impone estándares imposibles de alcanzar y que solo genera ansiedad, frustración y agotamiento.
Aceptar esta verdad es fundamental para avanzar hacia una maternidad más realista y equilibrada. Ser madre no significa renunciar a los sueños, ni dejar de ser profesional, ni vivir para cumplir expectativas ajenas.
Un cambio que debe ser colectivo
Aunque cada mujer puede trabajar en su propio proceso interno, el reto más grande sigue siendo colectivo. Políticas públicas que favorezcan la corresponsabilidad en el hogar, acceso a guarderías de calidad y horarios laborales flexibles ayudarían a que las mujeres no tengan que elegir entre sus hijos y su desarrollo profesional.
El ejemplo de países que han reducido la brecha de género demuestra que la solución no está en que las madres hagan más sacrificios, sino en transformar estructuras sociales y laborales que históricamente han penalizado la maternidad.
Más allá de la culpa detrás de la maternidad
Al final, el mensaje que deja el informe es claro: no eres menos madre por tener metas profesionales, ni menos profesional por ser madre. Ser consciente de ello no solo libera del peso de la culpa, sino que abre la puerta para que las mujeres puedan decidir libremente su futuro sin tener que renunciar a ninguna de sus facetas.
Porque, como recuerda el estudio, ser madre nunca debería ser un obstáculo para crecer, crear y soñar.