Silvana Delgado tenía once años cuando el frenazo de un auto en plena calle le cambió la vida. “¿Quieres aprender un concepto de física?”, le preguntó su hermano. Viajaba en auto con su hermano cuando, de pronto, el vehículo frenó bruscamente. Ambos se inclinaron hacia adelante.
Así nació su primera clase de física: la inercia es la tendencia de un objeto a permanecer en reposo o seguir moviéndose en línea recta a menos que una fuerza externa lo empuje o lo frene. De ahí nació una curiosidad que hoy la ha llevado a convertirse en doctora en Astronomía y una de las dos únicas astrónomas ecuatorianas en el mundo.
Originaria de Manta, ciudad que guarda sus mejores recuerdos de infancia, Silvana creció entre playas, almuerzos con los abuelos y visitas frecuentes a sus tíos y primos. Pero su mente no se quedó en la Tierra. En la adolescencia, mientras otros miraban el cielo para saber si llovería, ella lo observaba buscando estrellas, planetas y respuestas. Se compró un libro sobre la teoría de la relatividad de Einstein antes de comprender por completo su contenido, pero ese gesto revelaba una vocación temprana por entender lo inexplicable.
Silvana Delgado y su camino
El camino, sin embargo, no fue directo. Inspirada por su abuelo ingeniero y su hermano, Silvana quiso estudiar Ingeniería Civil. No la aceptaron. Ese tropiezo la llevó, como aquella frenada en la infancia, por otro rumbo inesperado: una clase de astronomía, un profesor apasionado y el hallazgo de su verdadero norte. Desde entonces, no ha vuelto a mirar atrás.
Vivió en Guayaquil, estudió en Estados Unidos, regresó a Ecuador y luego volvió a cruzar fronteras. Fue en la Universidad de Texas donde completó su doctorado en Astronomía tras seis años de investigación sobre galaxias masivas, esos colosos cósmicos formados por miles de millones de estrellas, gas y materia oscura. Su foco fueron los agujeros negros supermasivos, entidades que habitan el corazón de muchas galaxias y cuya existencia desafía incluso a la física conocida.
A pesar de estar rodeada de telescopios, ecuaciones y datos, Silvana nunca ha perdido su lado humano. Adoptó a Cleo, su perrita, durante la pandemia, y encuentra equilibrio en la escalada, un deporte que practica desde la universidad. Entre la lectura de artículos científicos y proyectos de divulgación, Silvana aún encuentra tiempo, ahora que está de vacaciones en Ecuador, para compartir charlas con estudiantes ecuatorianos, a quienes intenta transmitir no solo conocimiento, sino una visión posible del futuro científico del país.
Enseñar a los jóvenes
Ser mujer y latina en un campo dominado por hombres y por centros de investigación del norte global no ha sido fácil. Silvia ha sido una excepción en más de un aula, en más de un laboratorio. En Ecuador, apenas hay otra astrónoma: Daniela Galárraga, quien investiga desde Japón. Pero Silvana no se resigna. Sueña con volver a su país a enseñar, acercar el universo a más jóvenes que, como ella, un día sientan que una simple frenada puede cambiarlo todo.
Porque para Silvana , la astronomía no es solo una ciencia. Es una forma de mirar al cielo y preguntarse, con humildad y asombro, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Y quizás, también, una manera de regresar —como las galaxias que se fusionan— al lugar donde todo empezó.