A finales de los sesenta, un nuevo miembro, eléctrico y ruidoso, llegó a las salas de un puñado de casas en Manta: la televisión. Mientras Estados Unidos, Reino Unido y Alemania experimentaban con transmisiones públicas desde los años veinte, y en Ecuador la señal llegaba tímidamente a principios de los sesenta, fue en 1968 cuando esta caja mágica se asentó en el corazón de Manabí.
Desde un modesto estudio cerca del colegio Manta, Canal 4 emitió su primera señal. No fue solo una proeza técnica; fue una sacudida cultural. Muchas familias cambiaron la radio por el televisor, las historias orales por telenovelas y las tertulias por el noticiero de las ocho de la noche. Así nació una nueva rutina.
La televisión con creatividad
Detrás de este hito estaba Presley Norton, un empresario que apostó por la televisión. Aunque abrió canales en Esmeraldas, Guayas, El Oro, Los Ríos, Cuenca, en Manta el legado de Canal 4 tiene sabor pionero: fue el primero en Manabí. Sin computadoras, proyectores ni efectos digitales, todo se hacía con pura creatividad. La publicidad se dibujaba a mano en cartones; los anuncios se armaban con fotogramas iluminados por lámparas improvisadas. Improvisar no era una opción, era la regla.
En medio de esa creatividad artesanal surgió Ramón Cevallos, dibujante de oficio y camarógrafo por casualidad. Recomendado sin saber a qué iba, viajó desde Portoviejo a Manta y, en tres días, ya construía escenografías. La programación comenzaba a las dos de la tarde, pero el alma del canal se encendía por la noche.

A las seis, los niños corrían a ver a Cocoliso y Chirolita en un show en vivo que reunía hasta setenta personas en la tribuna. Las familias con televisor, sin proponérselo, se convertían en anfitrionas de todo el vecindario. A las ocho llegaba el noticiero, con voces como las de César Dávalos y Alfredo Ortiz. Las noticias nacionales, a veces, llegaban con retraso porque los rollos venían desde Quito o Guayaquil.
Luego, series como Bonanza, Misión Imposible y telenovelas venezolanas tomaban la pantalla. Cuando no había artistas internacionales, se los inventaba: Estrellas del Futuro, dirigido por Rodolfo Sierra, era el espacio donde talentos locales como Hilario Macías brillaban frente a una cámara que capturaba sueños.
La cámara que pesaba como un ataúd
Los lunes tenían sabor a fútbol. Actualidad Deportiva, dirigido por Julio Bernal, rompió esquemas con su cobertura deportiva. Las transmisiones en vivo aún no existían: los partidos se filmaban con una cámara gigante apodada “el ataúd” por su peso y tamaño. Bernal, Ramón Cevallos y Luis Dueñas cargaban ese monstruo de estadio en estadio, cubriendo los partidos de los equipos manabitas fuera de la provincia.
Una día, un empate entre Nacional y Liga de Portoviejo, con tres goles del argentino Carlos Infantino, desató la euforia. El partido se repitió tres veces en la pantalla de Canal 4 por clamor popular. La gente en Portoviejo trepaba a los techos para ajustar sus antenas “pata de gallo”. La televisión ya no era solo para mirar: era para vivir.

Un final sin aplausos, pero con memoria
Como toda buena trayectoria, esta también tuvo su desenlace. Hacia 1974, el canal comenzó a apagarse. Presley Norton, entonces enfocado en otros temas, dejó de invertir. Sin el músculo publicitario necesario, Manta no pudo sostener la señal. El canal fue vendido y una generación entera guardó la nostalgia de esa pantalla en blanco y negro.
Sin embargo, el legado de Canal 4 permanece encendido. No fue solo un experimento técnico; fue una escuela de creatividad, un puente hacia el mundo y un espejo donde los manabitas, por primera vez, se vieron reflejados. Así comenzó la televisión en Manta: con cartones, ilusiones y mucha gente que creyó que era hora de soñar a través de una pantalla.