Las pruebas de evaluación educativa dejan un mal sabor de boca permanente en Ecuador.
No importa si es la Encuesta de Hábitos Lectores, las pruebas PISA (estudio comparativo internacional) o el Ineval (evaluación de la calidad educativa nacional), los resultados son vergonzosos y dejan al descubierto las deficiencias estatales en materia educativa, la débil gobernanza del sistema educativo y el poco compromiso de las familias. Como sociólogo, no puedo huir de la responsabilidad de interpretar el fenómeno educativo y el rol familiar en el desarrollo de los hábitos lectores, el pensamiento crítico y el gusto por el arte.
Antes advierto que no tomaré en cuenta los datos estadísticos difundidos por doquier. En esta ocasión, mi foco de atención serán los conceptos teóricos de Pierre Bourdieu: habitus, campo y capital cultural. Desde este autor, los hábitos lectores, el pensamiento crítico y el arte no surgen de la nada ni son inclinaciones individuales. Por el contrario, se construyen socialmente y están profundamente imbricados en las estructuras sociales.
La lectura no es una actividad neutral; por lo tanto, el gusto por la lectura, el tipo de texto y la frecuencia con la que se lee están fuertemente influenciados por el habitus, ese sistema de disposiciones duraderas y transferibles, incorporado a través de la socialización primaria (familia) y secundaria (escuela y entorno social). Entonces, lo ideal es que los padres transmitan a sus hijos familiaridad temprana con los libros, la lectura compartida y la conversación reflexiva de los textos. Así nace el habitus lector y se desarrollan competencias en el campo de la cultura lectora.
El desarrollo del pensamiento crítico es la capacidad de analizar, evaluar y cuestionar información, y se forja y moldea en el interior de los diferentes «campos» sociales (espacio social estructurado donde se definen los valores y las normas), especialmente el educativo. Para el efecto, es mejor contar con un “campo” educativo que valore la reflexión, la argumentación razonada y la autonomía intelectual. Aquellos estudiantes con un mayor capital cultural familiar probablemente aprovecharán de mejor manera las herramientas del pensamiento crítico que ofrece el campo educativo.
En cuanto al gusto por el arte, para Bourdieu el arte es un producto socialmente construido, profundamente ligado al habitus y a las estrategias de distinción dentro del «campo» artístico. La exposición temprana de los infantes al arte internaliza el habitus estético, propicia la valoración del arte y estimula el placer estético.
La tarea pedagógica familiar es cultivar capital cultural y revalorizar el existente, y por parte del sistema educativo, reducir las brechas de capital cultural.