Berlín, abril de 1945. El rugido de los tanques soviéticos se escucha cada vez más cerca. Desde su búnker subterráneo en la Cancillería del Reich, Adolf Hitler, aislado y abandonado por muchos de sus leales, contempla el derrumbe de su imperio. El Tercer Reich, que prometía durar mil años, se desmorona tras apenas doce. La realidad golpea sin piedad: la derrota es inevitable.
Encerrado desde enero, el Führer apenas sale a la superficie. Es un hombre en declive, consumido por el miedo, la paranoia y la certeza del final. El 24 de abril, los soviéticos entran en Berlín. Cinco días después, en un último intento por controlar algo del caos que lo rodea, Hitler se casa con Eva Braun, su compañera desde hace dieciséis años. Al día siguiente, el 30 de abril, ambos se suicidan: él con un disparo, ella con una cápsula de cianuro. Lo hacen en una habitación sellada, mientras en la superficie la guerra consume lo que queda de la ciudad.
La orden de Hitler en Berlín
Hitler ordena que sus cuerpos sean quemados en el jardín de la Cancillería. No quiere correr la misma suerte que su aliado, Benito Mussolini, capturado, ejecutado y colgado en una plaza pública en Italia junto a Clara Petacci. El temor a la humillación pública pesa más que cualquier otra cosa.
La noticia de su muerte llega rápidamente a Moscú. Stalin, obsesionado con confirmar el fallecimiento de su enemigo, ordena a sus servicios secretos buscar los restos. El 9 de mayo, tropas soviéticas hallan los cuerpos carbonizados y los trasladan en secreto a Magdeburgo. Allí, durante años, los conservan sin informar a los aliados. No será hasta 1970 cuando los restos son exhumados, incinerados nuevamente y sus cenizas lanzadas al río Biederitz, bajo órdenes del entonces jefe de la KGB, Yuri Andrópov. Solo se conservan las mandíbulas y un fragmento del cráneo.
Décadas después, en 2009, un estudio genético realizado por científicos de la Universidad de Connecticut revela que ese fragmento craneal no pertenece a Hitler, sino a una mujer. La duda resurge. ¿Murió realmente en el búnker? ¿O logró escapar, como otros nazis, hacia Sudamérica?
El fin de la Segunda Guerra Mundial
Mientras tanto, el 7 de mayo de 1945, la guerra en Europa termina oficialmente. Han sido años de horror. Durante los seis años que duró, la Segunda Guerra Mundial tuvo un costo humano irreparable. La gran pregunta que surge es: ¿cuántas víctimas causó la Segunda Guerra Mundial?
Esta sigue siendo una de las preguntas más difíciles de responder para los historiadores. Aunque no sea fácil conocer la cifra exacta, los millones de muertos que, sin duda alguna, causó el conflicto fueron su más terrible consecuencia. Se calcula que más de 80 millones de personas perdieron la vida durante aquellos años, es decir, más del 2 % de la población mundial.
Ocho décadas después, el mundo recuerda el derrumbe de un régimen de muerte y la caída de un dictador que, acorralado y sin salida, eligió la huida final. La historia aún se pregunta por sus restos, pero lo esencial permanece: su derrota fue total. Y la memoria, necesaria.