Como venimos expresándolo desde hace rato, la descentralización, la desconcentración y eventuales autonomías son las medidas que requieren definirse de manera racional para el establecimiento de un mejor ordenamiento administrativo- geográfico-político en el país.
Y aquello debe complementarse con la vuelta al original orgánico territorial por provincia. Habría que guardar, en el baúl de las buenas intenciones, el actual manejo por zonificación, aparentemente creado para una mejor atención fiscal que, en la práctica, como que no ha alcanzado mucho el objetivo de mejorar la atención gubernamental. Digo yo, más bien ha exacerbado resentimientos en la obligación a depender o subordinarse a otra provincia.
De acuerdo a lo informado, las zonas de planificación son nueve y fueron establecidas por el gobierno como herramienta de planificación territorial y desconcentración, agrupando a provincias cercanas en aspectos geográficos, culturales y económicos. El fin: servir de nivel intermedio para la gestión estatal facilitando la coordinación entre entidades públicas y los gobiernos autónomos descentralizados.
Quizá para el Ejecutivo administrativamente le es una manera más propia de manejar el país y atender las necesidades múltiples de la población, pero hay reclamos que parecieran contradecir aquello, incluso motivados por orgullo y aspiraciones políticas de algunitos. El caso reciente del pronunciamiento del alcalde de Santo Domingo, capital de la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, demandando que la sede de la Zona 4 (Manabí y Santo Domingo) pase de nuestra provincia a las manos de ellos, es una muestra de lo indicado.
Si bien territorial y poblacionalmente, Manabí -con sus cerca de 19 mil k2 y 1 593.000 habitantes viviendo en sus 22 cantones- es mucho más que Santo Domingo -con 3800 k2 y 493 mil habitantes en dos cantones- la actitud y aspiraciones del burgomaestre santodomingueño son muy válidas, como lo son también para los manabitas y cualquier habitante de cualquiera de las provincias ecuatorianas. Porque se asume que el deseo primordial es el progreso de sus propias localidades, que, seguros están, lograrían mejor si pudieran ellos manejarse con mayor libertad.
Por eso, lo recomendable es que el joven reelecto presidente, Daniel Noboa, disponga el regreso al sistema administrativo anterior, incrementando cada vez más la desconcentración y la descentralización efectivas, no teóricas, para que sean los gobiernos autónomos propios los principales responsables del crecimiento de sus territorios.