Millones de ecuatorianos acudimos a las urnas con la ilusión de un nuevo comienzo, de una patria libre del miedo, de delincuencia, de narcopolítica, corrupción y abandono. Señor presidente electo Daniel Noboa Azin: hoy, ya electo, es momento de transformar cada palabra dicha en campaña en acción concreta.
La seguridad es el clamor más urgente del pueblo. Durante estos últimos tiempos, hemos vivido bajo la sombra del crimen organizado, de la delincuencia común, de la narcopolítica y de un sistema de justicia que muchas veces ha fallado en proteger al ciudadano honesto. Las calles de nuestras ciudades se han convertido en zonas de guerra, donde los más vulnerables, desde niños hasta ancianos, han sido asesinados, y muchos viven con miedo. Le pedimos, presidente, que actúe con firmeza: que refuerce a nuestras fuerzas del orden, que equipe adecuadamente a la Policía Nacional y que aplique la ley en cada rincón del país. No más pactos del pasado con mafias, no más zonas en poder de delincuentes, no más impunidad. Que la promesa de “limpiar de delincuencia al país” deje de ser un lema y se convierta en una realidad palpable.
Es imperativo que se aplique la ley contra quienes lo insultaron, difamaron y calumniaron sin fundamento. La política no debe ser campo fértil para la mentira y el desprestigio. Si queremos construir una democracia sana, debemos exigir respeto a la verdad y a la honra. Las injurias no pueden quedar impunes. A quienes hayan cometido delitos de calumnia y contra la honra ajena, que la ley les alcance con todo su peso, no por venganza, sino por justicia y dignidad.
Es hora de depurar la administración pública, de limpiar las instituciones de gente que ha usado el poder para enriquecerse y proteger intereses oscuros. No podemos construir un nuevo Ecuador sobre cimientos podridos. Necesitamos una administración pública transparente, eficiente y comprometida con el servicio ciudadano.
Un pueblo que no respeta a sus mayores está condenado al fracaso moral. Nuestros adultos mayores y jubilados merecen más que promesas: merecen una vida digna, acceso a salud de calidad, pensiones justas y un trato humano. Ellos construyeron el país con su esfuerzo, y hoy se ven obligados a sobrevivir con pensiones miserables, haciendo filas interminables por una medicina o mendigando atención estatal. Señor presidente, honre su palabra y dignifique a quienes han entregado su vida al trabajo y al país.