Santa Ana, en el corazón de Manabí, no solo es un cantón con historia: también es un destino que enamora con paisajes de río y montaña, tradiciones vivas y sabores montuvios difíciles de olvidar.
Su proyección turística crece cada año, gracias a la riqueza natural de sus parroquias. A la calidez de su gente y una gastronomía que combina recetas heredadas de generación en generación.
Cascadas, balnearios y naturaleza viva
El agua dulce es protagonista en Santa Ana. Balnearios como El Badén de La Poza o Las Guaijas invitan a familias y amigos a refrescarse en entornos donde la vegetación abraza el río.
En la parroquia Ayacucho, la Cascada de la Finca sorprende con su caída cristalina en medio de un paraje apacible, ideal para caminatas cortas y fotografías únicas. Más al interior, la Cascada San Ramón, Cascada El Salto del Oro y el Salto del Desgraciado ofrecen paisajes aún más salvajes, donde el rumor del agua se mezcla con el canto de las aves.

Otro tesoro natural es la Represa Poza Honda, que además de su función hídrica se ha convertido en un lugar de paseo para quienes buscan desconectar y respirar aire puro. Muy cerca, la Isla de los Pájaros se alza como un paraíso para los amantes de la fotografía y la observación de fauna.
El Parque Lineal El Malecón y el Parque a La Madre complementan la ruta urbana, espacios pensados para el descanso, la caminata y el encuentro de vecinos y visitantes.
Tradición viva en la Casa de los Abuelos
Uno de los lugares más especiales es la Casa de los Abuelos, que resume la memoria colectiva de Santa Ana. Allí se rescatan costumbres montuvias, se cuentan historias y se celebran fiestas como las Rosas y Ramones, que se realizan a finales de agosto, rindiendo homenaje a las raíces campesinas del cantón.
Visitar la Casa de los Abuelos es como abrir un cofre antiguo: entre anécdotas, fotografías y objetos, se descubre el carácter hospitalario y orgulloso del santanense.

Rodeo montuvio y fiestas que unen a los habitantes de Santa Ana
El rodeo montuvio es otro de los grandes atractivos que definen a Santa Ana. En él se mezclan destrezas como el dominio del lazo y pial, caracoleo, monta y la presentación de caballos y ganado de raza. Es una fiesta de identidad, donde la tradición campesina se convierte en espectáculo y orgullo.
Sabores que cuentan historias
Tras recorrer ríos y senderos, el descanso ideal está junto a una mesa santanense. En lugares como La Poza, San Valentín, La Lucha, La Finca o Las Guaijas, muchos platos se preparan aún en hornos de leña, preservando técnicas heredadas.
El caldo de gallina criolla con yuca, cocinado despacio y adornado con cebollita picada, reconforta el cuerpo y el alma. Las tongas envueltas en hojas verdes, las tortillas de maíz y de yuca, corviches y bolones acompañan las charlas bajo la brisa que se filtra entre plantaciones de caña guadúa. No puede faltar la sal prieta, mezcla de maní y harina tostada sazonada con manteca de cerdo, comino y cilantro, que da el toque final a muchos platos.
En la repostería, el paladar se deleita con el dulce de grosella, preparado con paciencia hasta lograr un almíbar suave. O con el ron pope, bebida cremosa y ligeramente rosada que mezcla leche, huevo y aguardiente, servida fría para cerrar las comidas festivas.
Santa Ana, un destino que invita a volver
De acuerdo a un estudio realizado por María del Rosario León de la Universidad Tecnológica Equinoccial, el 73% de quienes llegan a Santa Ana es por turismo. Otros llegan por negocios (14,74%) o para visitar amigos y familiares (12,18%).
Santa Ana de Vuelta Larga no es solo un lugar en el mapa: es un cantón que abraza con la calidez de su gente, sorprende con sus ríos y cascadas, y enamora con sabores que nacen del campo.