Durante cada feriado, decenas de trabajadores informales sostienen su economía con gran parte de la actividad turística en el país. Desde guías hasta vendedores ambulantes, su labor se concentra en los principales destinos, incluyendo los balnearios manabitas. Estas jornadas, sin cobertura laboral ni seguridad social, son su principal oportunidad de ingresos. Según datos del gobierno, representan hasta el 47 % de la oferta turística en días festivos y, aunque aportan dinamismo, operan en condiciones de precariedad que impactan su bienestar.
En los días feriados, lugares como la Ruta del Spondylus o la avenida de los volcanes en la provincia de Pichincha, se llenan de trabajadores informales. «Nos jugamos todo en esos días», afirma Laura Intriago, vendedora ambulante de alimentos que recorre varias playas manabitas de la zona sur. El Ministerio de Turismo ha identificado que más de 40.000 personas trabajan informalmente durante estos picos. Aunque son el motor silencioso del sector, sus derechos laborales están ausentes y su protección, fragmentada.
Precariedad y desigualdad en el trabajo informal
La informalidad responde a la falta de empleo formal, pero también a una estructura de desprotección. La mayoría no accede a seguridad social, créditos ni capacitaciones técnicas. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el 52,4 % del empleo en Ecuador es informal. Esta cifra se eleva hasta el 70 % en zonas turísticas rurales durante feriados.
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40.000 trabajadores informales durante cada feriado.
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72 % de ellos son mujeres o jefas de hogar.
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61 % trabaja más de 10 horas al día sin contrato.
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0 % tiene afiliación al IESS.
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45 % labora con hijos presentes en su puesto.
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58 % no tiene educación técnica o superior.
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31 % depende únicamente de lo que vende esos días.
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37 % se endeuda para preparar sus productos.
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Solo 2 % ha recibido formación turística del Estado.
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Provincias con más informalidad: Manabí, Esmeraldas, Chimborazo.
Vulnerabilidad camuflada de emprendimiento
Aunque su labor es presentada como emprendedurismo, la realidad es más frágil. La mayoría no escoge la informalidad: la necesita. “No tengo otra opción”, repite Ángel Vera, transportista informal en Manabí. Muchos deben improvisar, endeudarse o depender del clima y la afluencia turística. Además, son los primeros en ser desplazados por operativos o regulaciones, sin alternativas viables para integrarse al mercado formal.
El Ministerio de Turismo ha impulsado planes piloto para capacitar y formalizar a pequeños operadores, pero el alcance aún es limitado. Según reportes del 2024, apenas 1 de cada 10 informales logra acceder a estas iniciativas. El problema es estructural: no basta con exigir requisitos si no se abren caminos reales de inclusión. Los municipios, por su parte, enfrentan dificultades para censar y organizar este segmento económico.
Descanso para unos, subsistencia para otros
Cada feriado en Ecuador visibiliza dos realidades opuestas: mientras unos descansan, otros sobreviven. La informalidad en el turismo es más que una falla fiscal; es una expresión de desigualdad estructural. Dar voz y oportunidad a quienes trabajan en la sombra del descanso colectivo es un paso urgente para construir un turismo más humano y justo en el país.