Hay que trabajar, sin duda.
Para quienes siempre hemos trabajado, es una costumbre sana. Para quienes amamos la profesión, trabajar es parte de nuestras vidas.
Descubrí el trabajo a los diez años. Había que hacerlo para comer y estudiar.
Con las condiciones actuales, muchos nos hemos cuestionado si vale la pena trabajar. Pero hay que hacerlo para poder comer.
Desde marzo, la mayoría de empleadores, unilateralmente, han afectado los derechos de los trabajadores.
El Ministerio de Trabajo no existe.
200.043 trabajadores perdieron sus empleos entre el 1 de marzo y el 21 de junio, y a muchos les pagaron lo que quisieron de liquidación.
Luego los abusos se hicieron ley.
Las condiciones que ha impuesto este Gobierno son insoportables.
Ningún otro país ha llevado a los empleados a estos niveles de abuso.
Este Gobierno antitrabajadores, sostenido por empresarios, ha generado leyes y condiciones para el abuso.
Estas leyes aprobadas por una Asamblea cómplice permiten reducir el sueldo sin cambiar la jornada laboral (art. 16), sin fecha de caducidad.
O también reducir la jornada (art. 20) hasta el 50 por ciento y el sueldo hasta hasta el 55 % por dos años.
El nuevo presidente, que debemos elegir en febrero próximo, debe tener determinación y ser frontal ante estos temas.
Se deben eliminar estas leyes y atraer la inversión con otro tipo de beneficios para el empleador.
No se puede generar trabajo “matando” al trabajador.