La tragedia enlutó a la ciudadela Fátima de Portoviejo. Las lluvias no cesaban. El aguacero persistente se tornó en mortal. El agua cayó con furia sobre la tierra que, saturada y frágil fue un arma asesina para toda una familia.
A las 01h30 de la madrugada del lunes 17 de febrero de 2025, un estruendo rompió la noche. Fue un rugido sordo, breve, pero implacable. Un árbol cayó y lo acompañó un alud de lodo que descendió con fuerza y sepultó parte de una vivienda en la que dormía una familia. No hubo gritos. No hubo tiempo.
Los vecinos, salieron y tras llamar no encontraron respuestas de los Vinces Marcillo. Sin esperar a las autoridades, comenzaron a cavar con las manos, con palas, con tachos. Querían encontrar a la familia, arrancarlos de la trampa de lodo. Cuando llegaron los rescatistas del Cuerpo de Bomberos, el panorama era desolador. Se trabajó contrarreloj, en medio del llanto contenido de quienes conocían a la familia. Pasadas las 04h45, los socorristas encontraron el último cuerpo: el de una bebé de apenas seis meses. La tragedia estaba consumada.
Cuatro fallecidos en el Barrio Fátima de Portoviejo
El lodo se llevó a todos: Willian Vinces Zambrano, de 33 años, comerciante de verduras en el mercado; su esposa, Kathy Marcillo, de 32; su pequeña hija Arlet, de 4 años; y la más indefensa de la familia, Alaya, de tan solo seis meses de vida.
Las lluvias afectan a Portoviejo
En Portoviejo, los estragos fueron evidentes. Decenas de casas quedaron inundadas en diferentes sectores del cantón. En el Hospital de Especialidades colapsó un sistema de drenaje y varias áreas se inundaron.
Los cortes de agua potable empeoraron la situación. La Empresa Pública Portoaguas confirmó que el agua proveniente de la represa Salazar Barragán había alcanzado un alto nivel de turbiedad, obligando a detener el funcionamiento de la Planta Cuatro Esquinas. La ciudad quedó sin suministro de agua potable, sin una fecha clara de restablecimiento.
Pero el dolor mayor está en el Fátima. Nadie puede creer que en cuestión de segundos, toda una familia desapareciera bajo la tierra. La mañana e este lunes, el barrio amaneció enlutado. En la casa de los Vinces Marcillo ya no hay risas infantiles ni el aroma del desayuno. Solo quedan el silencio y el vacío.