En las costas de Manta, Jaramijó y San Mateo, los piratas intensificaron sus ataques en el 2025. Según cifras de dirigentes, los delincuentes han sustraído cerca de 200 motores fuera de borda y tres embarcaciones completas. Además, operan entre 30 y 70 millas de la costa, donde la vigilancia escasea.
Por ejemplo, los asaltantes llegan en grupos de cuatro o cinco, encapuchados, armados y en dos o tres lanchas rápidas. Disparan al aire, intimidan a los pescadores y los despojan de todo: motores fuera de borda, lanchas, redes y pertenencias. Así, los pescadores enfrentan no solo pérdidas económicas, sino también temor constante.
Robo de lancha con motor en San Mateo en Manta
Un caso reciente ilustra la gravedad del problema. El 6 de abril, frente a San Mateo, en Manta, los piratas abordan la embarcación Siempre Rosario II. A las 5h30 de esa fecha, dos lanchas con asaltantes sorprendieron a los tres tripulantes, quienes realizaban pesca de arrastre a más de 60 millas de la costa. Dispararon varias veces, obligaron a los pescadores a rendirse y le robaron la lancha, valorada en más de 15 mil dólares, junto con su motor fuera de borda.
Luego, abandonan a los tripulantes en otra embarcación que también estaba sin motor, a la deriva. Según los afectados, los ladrones incluyen extranjeros, pues notan acentos distintos al hablar. Sin embargo, este no es un caso aislado: los pescadores aseguraron que sólo esa noche, al menos 10 lanchas sufrieron robos similares en la zona.
La situación afecta gravemente a los pescadores. Por ejemplo, el dueño de Siempre Rosario II aún paga un crédito al Banco Guayaquil, con cuotas de mil dólares mensuales. Sin su lancha, enfrenta deudas y desesperación. Además, muchos evitan denunciar, pues consideran que las autoridades no actúan con eficacia. En consecuencia, los robos persisten sin freno, y los pescadores pierden fe en la justicia. Algunos también admiten que temen represalias, ya que los piratas operan con impunidad y armamento pesado.
Capitanía del Puerto de Manta realiza controles
Mientras tanto, las autoridades enfrentan limitaciones. Homero Chong, comandante de la Capitanía del Puerto de Manta, explica que realizan controles aleatorios hasta 8 o 10 millas de la costa, donde termina su jurisdicción. Sin embargo, los robos ocurren mucho más lejos, en alta mar, donde la vigilancia es casi nula.
Además, Chong lamenta que los pescadores no formalicen denuncias, pues esto dificulta rastrear a los culpables. Por otro lado, detectan que algunas embarcaciones asaltadas carecen de documentación en regla, lo que complica las investigaciones. Pese a ello, la Capitanía del Puerto de Manta refuerza patrullajes, pero los recursos no alcanzan para cubrir áreas tan extensas.
La inseguridad marítima golpea una actividad clave para Manta. Los pescadores, principales víctimas, enfrentan pérdidas que no solo afectan sus bolsillos, sino también su sustento familiar. Por ejemplo, un motor fuera de borda puede costar miles de dólares, y una lancha completa, como Siempre Rosario II, representa años de trabajo.
Pescadores no denuncian porque tienen miedo
Además, la percepción de abandono estatal crece, ya que los pescadores sienten que nadie protege sus derechos. En consecuencia, algunos planean abandonar la pesca, aunque esto signifique dejar atrás su modo de vida. Frente a este panorama, urge una estrategia integral. Por un lado, las autoridades desde al Capitanía del Puerto de Manta deben ampliar su alcance en alta mar y coordinar con otras instituciones.
Por otro lado, los pescadores necesitan incentivos para denunciar, como garantías de seguridad y agilidad en los procesos. Mientras tanto, los piratas aprovechan la descoordinación y el miedo. Así, las costas de Manta, antaño un lugar de trabajo y orgullo, se convierten en un escenario de peligro constante, donde los pescadores luchan por sobrevivir no solo al mar, sino también a la delincuencia desenfrenada.
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