De Junín a Texas y con Calceta en el corazón. Así, en pocas palabras, podría resumirse la vida del padre Antonio Liberman Ormaza, un sacerdote manabita que, aunque lleva casi tres décadas en Estados Unidos, sigue sembrando solidaridad en su tierra natal a través de la educación.
Nacido en abril de 1967 en Junín, provincia de Manabí, el padre Antonio fue ordenado sacerdote en 1995. Un año después viajó a EE.UU. por vacaciones, pero la creciente necesidad pastoral de la comunidad hispana lo llevó a quedarse. “Los tres años de permiso se han convertido ya en 29 años”, comenta entre sonrisas desde Dallas, Texas, donde actualmente ejerce como capellán hospitalario y párroco, además de acompañar grupos pastorales.
Su misión educativa en Ecuador comenzó por impulso de una experiencia previa con un colegio local. “Me quedé con la idea de la educación, de ayudar a los jóvenes y niños”, recuerda. Así nació el Colegio Mater Misericordiae, hoy ubicado en el cantón Bolívar, provincia de Manabí.
Un colegio sostenido por la fe y la solidaridad

Lo que hace especial a este colegio no es solo su origen inspirado por la fe, sino el sistema de padrinazgo que lo sostiene. Familias latinas, radicadas en Estados Unidos, colaboran para cubrir la matrícula de alumnos que no podrían pagarla. “Buscamos padrinos para ayudarles con la mitad o con el 100% de la mensualidad”, explica el sacerdote. Hoy son unas 60 familias —principalmente en EE.UU.— las que sostienen esta red solidaria.
Pero no solo se trata de dinero. “Estas personas católicas, cercanas, también han manifestado la satisfacción de poder ser parte de una institución que no conocen, pero que al mismo tiempo están ayudando con cariño… y acompañando con la oración”, dice. El colegio lleva por nombre una advocación mariana italiana: “Mater Misericordiae”, Madre de la Misericordia. “Yo amo mucho a la Virgen María y quería algo diferente, fuera de lo común”, explica el padre Antonio.
Durante la pandemia, muchos pensaron que sería momento de cerrar el colegio. Pero él no dudó: “Me decían: ‘Padre, es su oportunidad para cerrar el colegio’, y yo dije: ‘No, esto no es inspiración personal, sino que siento que es de parte de Dios’”. El colegio resistió y ofreció clases virtuales a 150 estudiantes, demostrando su capacidad de adaptación y resiliencia.
Desde Dallas, pero con el corazón en Manabí
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— Manavisión Canal 9 (@manavisionec) June 11, 2025
Aunque vive en Texas, el padre mantiene una conexión constante con su equipo en Ecuador mediante reuniones virtuales. Él no da clases, pero dirige y anima desde la distancia al igual que otros migrantes. “Mi satisfacción más grande es ver cómo el colegio ha crecido guiado por los mismos docentes. No necesito estar 24 horas allá. Ellos han captado la meta de trabajar por el bien”, asegura.
Con un terreno propio, el colegio busca ahora construir seis aulas nuevas. Mientras tanto, los padrinos siguen enviando su ayuda, y el padre Antonio sigue orando: “Siempre pido: ‘Señor, que me salves con el don de mí, que soy pecador’”.
Desde Texas, su mirada sigue fija al sur. Porque aunque sus pies pisan suelo estadounidense, su corazón —y su obra— siguen latiendo en Calceta, la hermosa y cálida Sin Par de Manabí. (36)