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Cada día que despunta, al menos para mí, es un triunfo, es una nueva oportunidad de vida que nos ofrece el Supremo Creador. Y es una victoria porque nos movemos en un ambiente contaminado, en el que el ser humano representa un grave riesgo para sus congéneres, donde nos asusta las noticias luctuosas que a otros afecta. Es que pese a todas las dificultades y adversidades nos servimos a diario los alimentos junto a nuestra prole. Y es un gran triunfo, porque estamos vivos mientras muchos han caído vencidos por esta peste.
Los humanos nos diferenciamos del resto de los seres que habitan la Tierra, por ser “pensantes e inteligentes”. Así nos enseñaron, pero yo diverjo con este concepto, porque conocemos realmente el mortal y diario peligro que encierra la covid y nos volvemos disyuntivos y pocos colaboradores con las medidas y decisiones dictaminadas por los organismos y autoridades estatales, dirigidas a salvaguardar las vidas de todos. Somos antitéticos en nuestro comportamiento social, siempre contrapuestos a cumplir y a que se cumplan las disposiciones emitidas. Son nuestras normas de conductas las que deben prevalecer, sobre todo. Tornándonos antagónicos con actitudes paradójicas.
Esta crisis sanitaria, en Ecuador, ha desnudado completamente a muchos infames traidores, que no conocen de solidaridad y ayuda en las dificultades de muchos hermanos que sucumbieron, porque a estos pérfidos más les interesó sus viles provechos de ganar dinero escondiendo y encareciendo las medicinas y otros productos necesarios para salvar las vidas de ellos. Estos aleves y desleales seres ya son tristemente célebres por sus actos.
En este festivo y pajarero país, las disyuntivas abundan en todos sus lares, dilemas que siempre nos tienen desunidos, separados, enfrentados en cosas nimias, que nos ocultan los verdaderos problemas nacionales que debemos enfrentar. Como preferencia urgente las graves dificultades hospitalarias y sanitarias que nos azotan. Tratar de la mejor manera posible que haya aglomeraciones y multitudes. El anterior ministro de salud a gritos desaforados preguntaba a sus directores zonales qué se han hecho las escasas vacunas importadas. Esto es una clara demostración de los infieles, rozando a la perfidia, de estos sujetos que tienen sus preferencias sociales y económicas, soslayando el derecho e igualdad de todos los ecuatorianos.
La pandemia sigue galopante, la cifra de muertos ya es preocupante y todos estamos campantes. Somos ecuatorianos, somos bizantinos modernos.

Jaime Enrique Vélez
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