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Culminaron los seis meses  del estado de excepción en todo el territorio nacional  decretado por  la presencia del coronavirus, aunque  continúan los riesgos de contagio y fallecimientos por esta enfermedad,  la Constitución no permite extenderlo por  más tiempo. Ahora  los municipios  son los encargados  de tomar las medidas convenientes en cada  jurisdicción,  monitoreando   indicadores  económicos y sanitarios  en coordinación  con  autoridades nacionales, ya que la solución final  sólo llegará con la esperada vacuna.

Durante el semestre recibimos una lluvia de datos estadísticos  publicados  por los organismos respectivos que desataron  polémicas y dudas con respecto al número de contagios y fallecidos. De acuerdo a los propios especialistas,  la magnitud de la pandemia se establece de la manera más confiable comparando con los  fallecimientos reportados oficialmente en  igual período del 2019. Los datos indican  que a nivel nacional las defunciones han superado las 30 mil  por esta  enfermedad. El mismo parámetro demuestra que en Manabí la cifra llega a tres mil, siendo con Guayas y Pichincha las más afectadas. Los datos coinciden en que abril  fue el mes con  la mayor cantidad de decesos  (sobre  12 mil).  Posteriormente  los números  han  descendido debido a varios factores favorables, pero se teme que después del estado de excepción la población se relaje y se  presenten peligrosos rebrotes.   
El impacto en estos seis meses debe ser el peor en la historia del país en lo sanitario, en lo económico y en lo moral. Porque además de la pérdida  de tantas  y valiosas vidas,  miles de ecuatorianos se quedaron desempleados  y otros también cerraron sus negocios  aumentando los índices de pobreza. Pero lo peor fue la corrupción por los negociados de  mascarillas, fundas para cadáveres, pruebas y medicinas que realizaron inescrupulosos burlándose del dolor humano, a quienes debe caerles todo el peso de la ley.
Sanitariamente el  siguiente semestre  será  del autocontrol  y de  la esperanza en que llegue oportunamente la ansiada vacuna, pero también debe ser  de mucha  reflexión porque entramos en la recta final del proceso electoral que decidirá los destinos nacionales en los próximos años.
Para los manabitas es otra oportunidad  para rechazar  a los  deshonestos como aquellos que  saquearon los fondos solidarios del terremoto y de los hospitales.