Frente a la amenaza del caos y el vandalismo, es necesario que se mantenga el orden constituido, aunque para ello haya que utilizar la fuerza.
La dirigencia de los grupos que protestan ha rechazado las propuestas de diálogo y negociación, y lejos de mostrar una actitud conciliadora, ha radicalizado las posiciones, sin respeto a las autoridades, a la ciudadanía y a la fuerza pública.
El diálogo no puede condicionarse si lo que se persigue es que las autoridades encaminen sus políticas para garantizar servicios de calidad, seguridad, producción, entre otras necesidades justas.
Una minoría, de la naturaleza que fuere, no puede imponer por la fuerza las posturas de quienes fungen ser sus dirigentes. Una población respetable, como la indígena, no merece que políticos, cuyos intereses difieren del bienestar común, la expongan y enfrenten contra sus hermanos.
“No se puede dejar que el país se convierta en un reducto de la anarquía”.
La intransigencia de los dirigentes políticos que comandan la protesta contribuye a la inestabilidad política, el desabastecimiento de la población y prolonga la ansiedad colectiva que generó la pandemia.
Los poderes del Estado deben trabajar juntos para que se mantenga el orden constituido. Para eso han sido designados. No se puede dejar que el país se convierta en un reducto de la anarquía.
Editorial de El Diario publicado este sábado 25 de junio del 2022 en nuestra edición impresa.