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Un médico me decía que él era un positivista,  pero al mismo tiempo se consideraba un creyente. 
Para quienes no manejan el lenguaje filosófico les puedo decir que un positivista es la persona convencida que todo conocimiento viene de la experiencia, pero no cualquier tipo de experiencia sino de aquella comprobable por la ciencia. En este sentido hablar de Dios no es aceptable para un positivista porque a él no lo puedo comprobar con pruebas de laboratorio.
Sin embargo, ser positivista no debe ser necesariamente sinónimo de ser ateo. La fe y la razón, si se respetan, se ayudan mutuamente. La fe me dice quién hizo las cosas y la razón me dice cómo se hicieron y cómo han ido evolucionando. 
El peligro está cuando queremos que la ciencia compruebe a Dios o que la Biblia hable de ciencia, pero cuando cada una nos habla de su campo, se complementan a la perfección. El salmo 8 lo dice: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad”.