El hígado no solo ayuda a dirigir los alimentos, almacenar energía y eliminar toxinas, en el periodismo hay quienes escriben con el hígado.

Teclean cada letra con odio. Agarran un micrófono y le da golpes en el suelo a su enemigo del momento. Pobre oficio del periodismo, utilizado para rencillas personales. Conocí una vez a un muchacho que quería ser periodista a toda costa. Escribía horrible y no leía ni el menú del restaurante. Su sueño era codearse con el poder y “cantarles las verdades a los políticos”. Como vio que en la prensa escrita no tenía futuro, consiguió trabajo en una radio. Con el pequeño poder que obtuvo iba dando palo como a una piñata. No lo controlaron porque el reportero hacía la labor de perro de presa: atacaba a quien le encomendaba el amo de la radio. Cuando ya no fue útil le dijeron que pare los ataques, pero no, siguió. Estaba descontrolado. Vomitaba bilis en el micrófono. Lo echaron de la radio y le perdí la pista. No sé por dónde andará este perro de presa,  ni cómo está su hígado.