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La expresión más evidente del populismo en Ecuador tuvo un revés, fueron rechazados por la mayoría de los sufragantes que asqueados del cinismo del correato impidieron que coloquen sus garras otra vez en la democracia. Sin embargo, de esta decisión popular muy poco hay que agradecer a la inmadura clase política de nuestro país.
Hubiera sido pedir demasiado armar un solo grupo electoral y político para enfrentar al correato, pero desmembrar el escenario político en más de quince opciones fue un juego político del que los demócratas salimos librados. Salvo dos extremos, el Partido Social Cristiano en la derecha y Unidad Popular en la Izquierda, el resto de fuerzas políticas no aportó a formar como mandaba la lógica política, dos frentes fuertes ideológicamente que resistieran al populismo.
La izquierda y los movimientos cercanos doctrinariamente que en anteriores contiendas electorales estuvieron unificados, esta vez, decidieron ir cada uno por su lado, a excepción de Unidad Popular que desde el principio resolvió apoyar la candidatura de izquierda del movimiento indígena, Pachakutik.
Les faltó una visión política y aterrizar en evidencias históricas como la ocurrida hace 51 años con el triunfo de Salvador Allende, quien unificó a su alrededor a todos los partidos y movimientos de izquierda y lograron un triunfo electoral en la hermana República de Chile.
Por otro lado, quienes sí aprovecharon el momento histórico fueron el partido Socialcristiano y el movimiento CREO, que pese a sus diferencias y a sus fisuras históricas lograron llegar a un acuerdo y establecer alrededor de ellos un movimiento ideológico y político de su tendencia. A pesar de eso, otros grupos pequeños del centro a la derecha decidieron ir solos.
La vanidad, el sectarismo, y porque no, la novelería política deberían desterrarse del arte de dirigir a la sociedad, desde cualquier corriente ideológica, el fin debería ser el servicio, los principios programáticos y precautelar los valores básicos de la democracia.

Pavel Saltos Pico
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