Los pescadores se encuentran en aguas cruzadas. Por un lado, la falta de vigilancia en el mar los tiene expuestos a severos peligros, desde asaltos hasta la muerte, durante sus faenas; y, por otro, no sienten que existan garantías suficientes para denunciar.
Los asaltos se han vuelto un riesgo frecuente para los hombres de mar. En cualquier momento, en pleno trabajo, ven invadidas sus embarcaciones por gente que llega en lanchas rápidas y que en cuestión de minutos los despojan de motores, artes de pesca, equipos y hasta del producto de su faena.
Las autoridades piden que haya denuncias formales para poder actuar. Pero los afectados no lo hacen por temor a represalias, pues han sido amenazados.
No son pocos los casos de pescadores asesinados en estos delitos. En Manabí ha ocurrido uno reciente, esta semana.
Si hubiese control suficiente, se detendría a personas que navegan sin permisos de zarpe y con armas. También, se emprenderían acciones para terminar con este mal que pone cada vez en mayor riesgo la seguridad de quienes se hacen a la mar en busca del sustento y de satisfacer con el fruto de su trabajo las necesidades alimentarias de parte de la población.
La Armada, la Policía y la Fiscalía son los entes llamados a investigar, encontrar y sancionar a los responsables con toda la severidad que demandan las leyes.