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Pepe Toro es un amigo de toda la vida, de profesión ingeniero agrónomo, que ha combinado su talento con manifestaciones espirituales envueltas en un profundo y, a la vez, mundano misticismo, con las que se ha mostrado siempre, desde los años juveniles, en un marco de cultura exquisita, que adorna con su peculiar conducta de impecable ciudadano y contemporáneo mejor aún. Inquieto por los escombros culturales, que es el devenir de la historia; rebuscar sus huellas interiores; meterse por los vericuetos y meollos del tiempo, en un afán único de dejar para el después un reguero de testimonios, a los que la  gente que los desconoce, nos abrazamos con nostalgia repartida fervorosamente entre lo que fue e ignoramos, y lo que es, a veces, igualmente ignorado o ya sabido…

En este marco de inspiración histórica, Pepe Toro enriquece mi biblioteca, con un libro sin dudas interesante,  por los innumerables hallazgos contenidos en él; personajes que hicieron el vivir de la ciudad querida hace tantos años en un marco de esplendor inusitado, y que son evocados con fino primor, como el contenido en la página 91, que textualmente dice: ‘El 18 de octubre de 1946 el Concejo Cantonal,  durante el desarrollo de la Sesión Solemne con motivo del aniversario de adhesión de Portoviejo a la independencia de Guayaquil, procedió a entregar medallas de oro y menciones honorificas a los señores Ecuador Solórzano Rodríguez, por su dedicación al arte y la cultura; Alfredo Haddad, ciudadano libanés, por su contribución al ornato y embellecimiento de la ciudad; Constantino Mendoza Moreira, consagrado músico manabita; Paulo Emilio Macías, por su fomento a la agricultura; capitán Alfredo Garzón, por impulsar y desarrollar la horticultura; Vicente Amador Flor por la exquisitez de sus versos; Absalón Tola Barcia por la elaboración de los mejores planos para la construcción de la Catedral; y, Temístocles J. Estrada, por su divulgación histórica. Molina (2009)’’. (Refiriéndose a Alberto Molina, el Cronista vitalicio de Portoviejo).
De hecho, el libro es un compendio de datos históricos relacionados con la actividad eclesiástica, que tienen que ver, en mi juicio personal, con la construcción de  la Nueva Catedral, iniciada en el año 1949. Y giran, alrededor de esta actividad una serie de nombres del personal que trabajó en dicha edificación; y que concluyeron en 1992 con su total remodelación, en 121 años después de empezada su construcción, siendo obispo monseñor José Mario Ruiz Navas y vicario general al padre Francisco Vera Intriago. Sin duda, muy somero el enfoque que le he dado a esta obra magnifica, que contó también con la colaboración del Padre Larry Bowen Roldán. Gracias, Pepe, por la deferencia…