De lo señorial de su estructura que vestía de leyendas a su geografía no está quedando nada. Ambiciosos sueños de figuración, combinados con justos pero precipitados anhelos de modernización urbana, han cercenado hermosos ejemplos arquitectónicos de la vieja época, restándole a Portoviejo exhibir orgullosamente sus vivencias históricas en tiempo presente.
Que se ha rescatado y conservado algunos, sí. Pero la obligación a la protección de su tesoro colonial y de su pasado ha sido incumplida por los gobiernos.
La capital manabita, la ciudad de San Gregorio de Portoviejo, uno de los poblados de mayor vida como tal en todas las Américas, llega hoy a los 200 años de su adhesión a la causa emancipadora, siguiendo el ejemplo de Guayaquil, que aquel 9 de Octubre de 1820 “lanzara el reto al pabellón de España”, como reza en el Canto a Portoviejo, del laureado bardo portovejense Vicente Amador Flor.
Y a pesar de haber sido castigada por malos gobiernos nacionales y cantonales, terremotos, incendios y pandemias, la comunidad ha enfrentado con tesón, sacrificios y valentía las adversidades, superando barreras en su camino a un merecido futuro próspero y enaltecedor.
Pero si bien la historia nos dignifica, fortifica el presente y apuntala la valía de nuestros antepasados, hay que justificar la existencia empujando la esperanza.
Esta fecha es un gran desafío al civismo, a la responsabilidad y al cariño ciudadano al lugar natal; a la entrega de sus administradores a la misión encomendada, con procedimientos que seduzcan la coparticipación de la mayoría poblacional, para que todos se sientan actores de esta cita con el futuro, lo que es, en realidad, la celebración del bicentenario de la independencia.
Porque Portoviejo, al igual que Jipijapa y Montecristi, dentro de diez años cumplirá otro bicentenario: el de haber sido creado como cantón. Mucho más Portoviejo, que a diferencia de las otras dos ciudades, en tres lustros ratificará ser una de las urbes más longevas de América, al llegar a los 500 años de su fundación.
Por todo aquello, ahora es la oportunidad de lograr un gran reencuentro ciudadano, social y cívico, que deshile, deshilvane, deshaga la intrincada vivencia de los portovejenses, abriéndole la puerta a un mejor entendimiento para la convivencia feliz que requiere su progreso.
La historia es una riqueza a nuestro haber, hay que saberla administrar. El compromiso debe surgir desde hoy para que aquellas fechas escalonadamente sean un acontecimiento a la dignidad de la capital manabita, al orgullo del portovejense.
Childerico Cevallos Caicedo